miércoles, 12 de noviembre de 2008

(Santa Sara antes del sacrificio)


Santa Sara

Esclarecida y valerosa doncella cristiana, que un día decidió enfrentarse a los vikingos que asolaban sus tierras, con la sola fuerza de su fe. Así, se presentó en el campamento de los feroces guerreros, con las únicas armas de su convicción y un pequeño crucifijo de madera confeccionado por ella misma, que era muy mañosa. Sin vacilar un momento, comunicó al imponente vikingo de guardia que deseaba ser llevada a presencia de su jefe. El interpelado la condujo ante él sin demora, sospechando que la cosa tenía interesantes posibilidades.

Acudió el hirsuto caudillo, más imponente si cabe que el guardián, y se la quedó mirando de arriba abajo, debido a su muy superior estatura. Ella, alzando la voz cuanto le fue posible y enarbolando el crucifijo, le explicó que había venido a proclamar la verdad del cristianismo, y que estaba dispuesta a sufrir el martirio, pues ni los mayores tormentos podrían hacer que abjurase de sus creencias. Alzando una ceja, despectivo, él ordenó a sus hombres que la llevaran a su tienda sin zarandearla demasiado.

Durante toda la noche las hogueras se alzaron hasta el cielo, atronaron los tambores y sonó el ronco grito de los cuernos, mientras los depravados vikingos danzaban, celebrando el sacrificio de la virgen.

Sara vio amanecer el nuevo día en la tienda del jefe, maltrecha y conmocionada, pero firme en su decisión. Así que, en cuanto vio que el sanguinario caudillo dejaba de roncar y se desperezaba como un oso, cayó a sus pies y le suplicó que la dejara quedarse en el campamento, jurando sobre el crucifijo artesanal que realizaría en el campamento las tareas más rudas y las labores más tediosas con tal de que alguna que otra vez él pusiera a prueba su fe de la misma forma y manera que lo había hecho aquella noche. Rióse el guerrero, la estrechó rudamente y accedió sin más demora a sus deseos, como aconteció muchas otras veces en los años venideros. Dicen las crónicas que, desde aquel día, el campamento permaneció siempre limpio y arreglado como una patena, merced al abnegado trabajo de Sara, y nunca se vio vikingos con las pellizas tan bien cosidas y planchadas.

jueves, 23 de octubre de 2008

(Y ahora, antes de que alguien se queje porque le doy publicidad a voces ajenas, añado la mía. Tiene que ver con lo que cuenta Maruja en su artículo, pero trata directamente de una noticia que alguien colgó hace un tiempo en el foro de BC, sobre alguien un poco más sobón que Sarkozy)



ES COSA DE HOMBRES

No sé cómo no lo entienden, no sé por qué se cabrea todo el mundo de esta manera. A ver, ¿qué he hecho yo? Lo natural, lo que cualquiera en mi caso. Que soy un hombre, coño, un hombre con sangre en las venas, un militar, no uno de esos chupatintas de intendencia que no sirven para nada. Ja, ya los quisiera yo ver cara a cara con un puto serbio de éstos: menuda cagalera.

Pero yo no soy así, joder, que yo además sé distinguir el material, y la franchute ésta… bueno, de volver la vista cuando pasaba, que eso yo no lo hago por cualquier tía. Vaya, si tiene un culo que se hace notar incluso con los pantalones de faena. Y qué decir de las tetas que se gasta.Vaya ejemplares: duras, suaves, tan cálidas, bajo la manta. ¿No se dan cuenta esos capullos de que merecían un buen homenaje? Más aún: es casi un delito tener un monumento así delante y no hacerle un favor, no vas a dejarla a la pobre ahí sola, noche tras noche, sin un hombre, desperdiciando ese pedazo de cuerpo.

Y luego eso de la perilla, qué manía con mi perilla. ¿Por qué dudan de un militar como yo, un hombre de honor que sirve a la patria? Si les digo que es una tradición familiar, es una tradición familiar, que cada uno celebra la Navidad como le sale de los huevos, y el hecho de que la tía se mosqueara no tiene nada que ver. Que yo no me arrugo, ¿eh? Que lo único que hice es demostrar que soy un tío que los tiene muy bien puestos, a ver, que no se puede dejar abandonada a una hembra como ésa.

Vaya, que es todo de lo más normal, no sé qué más quieren saber, si está clarísimo. Pues sí, y a mucha honra, ¿qué pasa? Que me la trabajé, además, y cómo, un trabajo de aliño, que no lo hago yo por cualquiera. Porque merecía la pena, y además la condenada se pasaba la vida enviándome señales. Había que verla, cómo se meneaba cuando jugaba al billar, que me volvía loco, que eso quería decir algo, que nadie se mueve tanto para hacer una carambola. Además, siempre llevaba el primer botón de la camisa desabrochado. No era casualidad, qué va, era para que lucieran bien ese par de melones… para mí que toma el sol en bolas, la tía, porque se veían bien morenos. Que yo soy un hombre, cojones, que no se puede ir provocando de esa manera.

Pero luego, cuando me la encontraba (que ya procuraba yo encontrármela), hacía como que no me veía, la buscona, y tiraba para otro lado. ¿Y las guarras de sus amiguitas, que me miraban y se reían dándose codazos? Será que tenían ganas de marcha también, todas putas, ya digo, y más las francesas. Yo me la quedaba mirando, cómo meneaba el culo según se alejaba deprisa, y me volvía loco.

Así que un día, a la salida del bar, la entré por lo fino, y le dije lo que pensaba de ella. Me miró poniendo cara de asco, pero eso era una seña, sin duda, ya sabemos cómo son estas fulanas, que te dicen que no para calentarte, pero están deseando, todas putas, y las militares más, lo aguerridas que son las jodías, siempre intentando demostrarte que pueden hacer lo mismo que tú, ya me dirás si van a poder ellas conducir un tanque… Bueno, conducirlos, los conducen, pero los aparcan de pena, si es una cosa genética, lo sabe todo el mundo.

Que no sé a qué viene tanta pregunta, tanta declaración. Esto es algo entre ella y yo, no voy a ir pregonándolo por ahí. Bueno, con los colegas sí se comenta, lógico, es cosa de hombres, de machos que los tienen bien puestos, pero otra cosa es que me pida explicaciones esa pandilla de chupatintas, que tienen que buscársela hasta para mear. Fíjate, a lo mejor les venía bien que les contara algo, a ver si así aprendían algo; pero no, que no me sale de los cojones, que se busquen ellos la vida.

Vaya, que les voy a revelar yo mis tácticas de ataque, así, de gratis. A ver, que tuve que tomarme la molestia de investigar dónde dormía, que cualquiera se lo preguntaba, sólo faltaba que se lo fuera a creer, como si me hiciera un favor, vamos. Así que decidí utilizar las enseñanzas de los cursillos, que para algo están, y me pasé un par de noches linterna en mano, buscando de puerta en puerta. Porque tampoco era cosa de equivocarse, no diera con una de esas tortilleras culturistas, que no se distinguen de los tíos ni en el bigote. Bueno, ya sabemos en qué se distinguen: ya quisieran tener lo mismo que nosotros.

Así que el día de Nochebuena, después de cenar, me quedé en el bar, haciendo tiempo con los colegas. Me tomé algunas copas, desde luego, lo normal, había que celebrar la Nochebuena. Empezar a celebrarla, vamos, porque la celebración vendría después. Al final, cuando se fue todo el mundo y me echaron porque iban a cerrar, me aseguré de que no hubiera nadie y me fui para su camareta. Abrí la puerta despacio, y allí estaba, tapada hasta los ojos con la manta, dormida como un leño. La destapé un poco, retiré el pijama y allí debajo estaban sus tetas, premio, tan calentitas y tan suaves, un gustazo, y más firmes cuanto más las tocaba. Como para tirarse así toda la noche, pero, claro, como es lógico en un hombre muy hombre, empezó a haber algo más urgente, así que empecé a retirar la manta mientras me abría la bragueta, dispuesto a darle lo suyo.

Pero entonces, yo no sé qué pasó, el caso es que sentí un respingo bajo mi mano, que estaba tan a gusto, y de pronto me veo a la tía incorporándose, los ojos como platos, gritando como una loca, diciendo algo así como coshon, hay que ver qué mal despertar tienen algunas. Cuando quise darme cuenta, estaba tirándome del pelo, sin dejar de gritar, la muy zorra, así que me solté como pude y salí de estampida. No por eso se tranquilizó, la condenada, que salió detrás de mí, corriendo como un gamo. No me entretuve en mirar atrás, porque ya bastante tenía con ir a todo trapo con los pantalones en los tobillos. Sentí un golpe en la cabeza, luego supe que era una piedra, se puede ser bestia. Además, se le había unido más gente; claro, si habría despertado a todo el mundo con tantos berridos.

Yo fui bien discreto, que ni siquiera se lo comenté a los colegas, mejor olvidarme de esa tía borde, vaya genio, compadezco al que se case con ella. Mi sorpresa fue cuando, al cabo de unos días, me llaman los chupatintas al despacho y me la encuentro allí, con cara de haberse tragado una rana. Bien abrochada que llevaba entonces la camisa, hasta el último botón, la tía cabrona. Entonces me entero de que no se le había ocurrido mejor cosa que denunciarme, a mí. Por acoso, dice, es para carcajearse, qué más quisiera. Lo negué, desde luego, pero ella erre que erre, que había sido yo, y sus amiguitas dijeron lo mismo, que me conocían aunque me hubiera quitado la perilla. Joder, qué manía con la perilla, que ya les dije a todos que me la quito siempre el día de Navidad, como hacía mi padre, que yo soy muy amante de las tradiciones, pero nada, como si estuvieran sordos.

Lo peor de todo, lo que no entiendo, es que los mandos se pusieran de su parte. Me quieren llevar a juicio, dicen, menuda gilipollez, como si hubiera hecho algo malo. ¿Qué está pasando en el Ejército? Bueno, yo sé lo que pasa: todo está del revés desde que dejaron que entraran las tías, no hay orden, no hay control, con ellas por ahí dando vueltas, que no sirven más que para volvernos locos a los auténticos soldados, a ver para qué van a servir: cómo van a ir las hembras a la guerra, qué pueden hacer allí de útil. Esto es cosa de hombres, lo sabe cualquiera que no sea gilipollas.

Y ahora, para colmo, ponen de ministro de Defensa a una mujer. Lo que faltaba.


Maite Capón

El manoseo

Llevo una temporada abriendo el periódico por Economía y coleccionando el salmón, a pesar de que era -como Elvira Lindo, según admitía recientemente en este mismo espacio- de las que se lo saltaban con displicencia. Ya no. Encima, en Economía encuentro crónicas de Soledad Gallego-Díaz desde el Cono Sur, con lo cual mi visión reduccionista en la materia se va ampliando y no poco. Lo de las pensiones en Argentina es un asunto serio, dada la tradición "ahora lo ves-ahora no lo ves", que del Innombrable acá han mantenido los sucesivos Gobiernos.
Pero todo eso carece de importancia. Debo confesarles que el martes por la tarde, e incluso hoy miércoles -reincidiendo- me he lanzado como perra en celo sobre la noticia más trascendental que se ha publicado en los últimos decenios: "¿Merkel no soporta que la manosee Sarkozy?", rezaba el titular digital. ¿Cómo es posible que el hombre que ha seducido a Carla Bruni y ha besuqueado a la pobre Ingrid Betancourt durante sus comprensibles levitaciones, le produzca dentera a esa gobernante regordeta -el texto no lo decía, pero lo pensaba-, que debería mostrarse agradecida cada vez que el primer tenor de la Francia le acerque sus verrugas? Lo que más me gustó fue que, al hacerse eco de la noticia aparecida en un diario suizo -yo uso un dentífrico suizo: son incapaces de hacer aunque sea una pasta de dientes abrasiva-, mencionaran sus suizas explicaciones, del tipo: "Los alemanes no se tocan" (deben de ser todos alemanes probeta) o bien, que la canciller Merkel es de Alemania oriental, en donde aún se tocan menos (salvo la Stasi, eso sí que era cariño verdadero), o, finalmente, que su religión luterana impone distancias supremas.
Angela Merkel tiene razón. A Sarkozy sólo le puede manosear Bruni por amor. O por caridad, en cuyo caso mejor sería que dedicara sus sobos a Rouco Varela, que es misericordioso por religión y naturaleza.
Maruja Torres (El País, 23-10-08)

domingo, 7 de septiembre de 2008

Septiembre


Llega el mes de todos los regresos
el hueco que los años traen,
junto al año estrenado,
para votos de renovación
pero sobre todo
para echar de menos.

El sol dimite en las ventanas
y se lleva el sabor a sal y descanso
de nuestros labios mojados.

Atascos, puestas al día,
nudos, mantas, ascensores,
subir las maletas con ropa de abrigo del trastero.

Llegó el mes de todos los regresos
pero más que eso es
la hora de todas las despedidas,
la prueba de que todo seguirá siendo igual.


Marwan
http://marwanblog.blogspot.com/

lunes, 25 de agosto de 2008

Miembras y carne de miembrillo

A la ministra española de Igualdad y Fraternidad, Bibiana Aído, que pasará a los anales de la estupidez nacional por lo del miembro, la miembra y la carne de miembrillo, le han dado en las últimas semanas las suyas y las del pulpo, así que no quiero ensañarme. Podría, puesto a resumir en dos palabras, llamarla tonta o analfabeta. Supongo que, ateniéndonos a su estólida contumacia cuando fue llamada al orden por gente respetable y docta, a esa ministra podrían irle como un guante ambos epítetos. Pero no lo creo. Quiero decir que no tengo la impresión de que Bibiana Aído sea tonta ni analfabeta. Por lo menos, no del todo. O lo justo. Lo que pasa es que está muy mal acostumbrada.

Bibiana Aído, que es de Cádiz, procede de esa nueva casta política de feministas crecida en Andalucía a la sombra del régimen chavista; que así, dándoles cuartelillo, las tiene entretenidas y goteando agua de limón. Esas pavas, que han convertido una militancia respetable y necesaria en turbio modo de vida y medro, no tienen otra forma de justificar subvenciones y mandanga que rizar el rizo con piruetas cada vez más osadas, como en el circo. La lengua española, que en este país miserable ha resultado ser arma política útil en otros ámbitos, les viene chachi. Por eso están embarcadas en una carrera de despropósitos, empeñándose, cuatro iletradas como son, en que cuatrocientos millones de hispanohablantes modifiquen, a su gusto, un idioma donde cada palabra es fruto de una afinada depuración práctica que suele ser de siglos, para adaptarlo por la cara a sus necesidades coyunturales. A su negocio.

Lo que pasa es que, en el cenagal de la política española, cualquier cosa viene de perlas a quienes buscan votos de minorías que, sumadas, son rentables. Sale baratísimo. Sólo hay que destinar unas migajas de presupuesto y darle hilo a la cometa. Así andan las Bibianas de crecidas, campando a su aire en una especie de matonismo ultrafeminista de género y génera donde, cualquiera que no trague, recibe el sambenito de machista. Y así andamos todos, unos por cálculo interesado y otros por miedo al qué dirán. Los doctos se callan con frecuencia, y los ignorantes aplauden. Incluso hay quienes, después de cada nueva sandez, discuten el asunto en tertulias y columnas periodísticas, considerando con gravedad si procede decir piernas cuando se trata de extremidades en una mujer, y piernos cuando se trata de un hombre. Por ejemplo.

En todo esto, por supuesto, la Real Academia Española y las veintiuna academias hermanas de América y Filipinas son enemigo a batir. Según las feminatas ultras, las normas de uso que las academias fijan en el Diccionario son barreras sexistas que impiden la igualdad. Lo plantean como si una academia pudiera imponer tal o cual uso de una palabra, cuando lo que hace es recoger lo que la gente, equivocada o no, justa o no, machista o no, utiliza en su habla diaria. “La Academia va siempre por detrás”, apuntan como señalando un defecto, sin comprender que la misión de los académicos es precisamente ésa: ir por detrás y no por delante, orientando sobre la norma de uso, y no imponiéndola. Voces cultas, y no sólo de académicos –Alfonso Guerra se unió a ellas hace poco-, han explicado de sobra que las innovaciones no se corresponden a la RAE, sino a la sociedad de la que ésta es simple notario. En España la Academia no inventa palabras, ni les cambia el sentido. Observa, registra y cuenta a la sociedad cómo esa misma sociedad habla. Y cada cambio, pequeño o grande, termina siendo inventariado con minuciosidad notarial, dentro de lo posible, cuando lleva suficiente tiempo en uso y hay autoridades solventes que lo avalan y fijan en textos respetables y adecuados. De ahí a hacerse eco, por decreto, de cuanta ocurrencia salga por la boca de cualquier tonta de la pepitilla, media un abismo.

Así que tengo la obligación de advertir a mis primas que no se hagan ilusiones: con la Real Academia Española lo tienen crudo. Ahí no hay demagogia ni chantaje político que valga. Ni Franco lo consiguió en cuarenta años –y mira que ése mandaba-, ni las niñas capricho del buen rollito fashion lo van a conseguir ahora. En la RAE somos así de chulos. Y lo somos porque, desde su fundación hace trescientos años, esa institución es independiente del poder ejecutivo, del legislativo y del judicial. Su trabajo no depende de leyes, normas, jueguecitos o modas, sino de la realidad viva de una lengua extraordinaria, hermosa y potente que se autorregula a sí misma, desde hace muchos siglos, con ejemplar sabiduría. De forma colegiada o particular, a través de sus miembros –que no miembras-, siempre habrá en esa Docta Casa una voz que, con diplomacia o sin ella, recuerde que, en el Diccionario, la palabra idiotez se define como “hecho o dicho propio del idiota”.


Arturo Pérez-Reverte. XLSemanal, 29 de junio de 2008.
www.xlsemanal.com/perezreverte

(Vale, dije que no iba a poner textos de otros... lo hago porque esto necesita un empujón, no estoy inspirado, y me gustó el artículo).

sábado, 5 de julio de 2008

Malas noticias

El otro día leí una de esas noticias que te rompe el corazón. Ya sólo el titular es triste. Y al profundizar en el texto completo, dan ganas de llorar, de clamar al cielo, de hacer las maletas y marcharse de este mundo de injusticias y pesares.

Te preguntas cómo es posible que se sigan permitiendo este tipo de comportamientos. Si de verdad sirve de algo tener una declaración de los derechos humanos firmada por 48 países. Por qué se tapan los ojos los grandes poderes, los altos tribunales, los responsables religiosos, incluso una gran parte de la sociedad.

En fin, que he perdido la fe en la humanidad. No tengo esperanzas en el futuro. La degradación no tiene límites, y poco o nada puede hacer una persona para evitarla.

Me voy a llorar mis penas.

Ah, se me olvidaba. La noticia.

A partir de ahora, Sharapova llevará pantalones en los partidos. Mundo cruel.

jueves, 26 de junio de 2008

QUIEN BUSCA, HALLA




Siempre le habían llamado la atención esas personas que se dedican a registrar las papeleras. Personas mayores, en su mayoría, que se afanaban durante largo rato escarbando en su interior, la cabeza casi dentro. Qué absurdo. Lo más curioso del caso es que siempre acababan enderezándose con un gesto satisfecho, con algo entre las manos que se llevaban como un tesoro, y que ella nunca conseguía ver.

Pero aquel día recordó la historia de un tipo que encontró un décimo de lotería premiado rebuscando en una papelera. Una leyenda urbana, lo más seguro. Aunque, quien sabe... Se quedó mirando la papelera que tenía enfrente. Dio dos pasos y retrocedió. Menuda tontería, ¿qué podía haber allí dentro que fuera útil, o interesante? Por otra parte, tampoco se perdía nada por probar suerte.

Echó un vistazo furtivo a su alrededor. No había nadie cerca. Volvió a avanzar y, lentamente, introdujo la mano por la boca de la papelera.

El alarido espantó a las palomas que merodeaban. Sacó la mano de un tirón y corrió, corrió hasta que no pudo más.

Nunca olvidaría el tacto frío y viscoso de los dedos que habían estrechado los suyos.

Maite Capón (Caracol-Osvaldo)

sábado, 21 de junio de 2008

Noche de Sant Jordi

Día 23 de abril. Ha quedado con Laura en la Gran Vía a las ocho de la tarde, y le lleva una rosa. ¿Qué le regalará ella? ¿Tal vez el último de Jordi Sierra i Fabra?

Qué raro, son las ocho y cuarto y todavía no ha llegado. No es propio de ella. ¿Tal vez el último de Zafón?

Le llama al móvil a y media. “Apagado o fuera de cobertura”. Se habrá retrasado y estará en el metro. ¿Igual un cómic de Superlópez?

A las nueve vuelve a llamar. Nada. Ya preocupado, llama a su casa. Contesta su madre, que no sabe nada, que salió de casa a la tarde.

Cerca de las nueve y media, cuando ya se iba a marchar, recibe una llamada de la madre de Laura. Toda llorosa, le cuenta que ha tenido un accidente... La noche de Sant Jordi la pasarán en el hospital.

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Luiszama. Presentado al concurso de microrrelatos de la FNAC con poco éxito.

miércoles, 11 de junio de 2008

Animación suspendida (III y última)

Bueno, por fin terminé con la historia, esta parte es la más cortita. Podéis leer los dos primeros fragmentos aquí y aquí.


Animación suspendida


Evasión y catarsis
>Travestismo imaginario: saliendo del armario en ropa ajena
>Liberación a lomos de un troyano

No esperaba que viniera y ahora se ha marchado. Algo que dije, algún recuerdo desagradable de otros tiempos, una súbita toma de conciencia; tal vez mencionarle a sus padres fue mala idea.
Me preocupa absurdamente ver los segundos discurrir en oleadas, desentumeciéndose. A fin de cuentas nada ha cambiado. Pero todo es diferente.

Semesegirl, aún perpleja pero al fin móvil, me devuelve a la realidad:

-¿Luis?,¡Luis!, mierda, se cortó....- Llama otra vez
...tuu, tuu, tuu
-¿Mira?... me ha colgado. ¡Será capullo!-

Teclea un mensaje a la velocidad del rayo, me planteo pedirle clases de mecanografía. -Mensaje enviado- parece satisfecha, pero al instante la sonrisa se desvanece, cercenada por algún pensamiento incómodo, como aquella vez que, en un arrebato de justicia social, arranqué la estrella de un Mercedes para usarla de llavero. Cada vez que la miro, me recuerda que nunca tendré uno. Seguro que con la misma cara de gilipollas.

Ella mira su reloj, sacude la cabeza y se va.

La marcha de mi involuntaria cómplice me entristece. Sigo con mis apuntes, pero en el fondo no dejo de darle vueltas a nuestro encuentro.
Intento evocar los viejos tiempos, los buenos, la locura... es verdad que las pasamos canutas, que no llegábamos ni a día 10, comiendo arroz y pasta, discutiendo idioteces en plan profundo, suspendiendo todas, cierto que, día sí, día también, me levantaba pensando: oh dios mío, que he hecho..., que no aprendí más inglés que fucking bastard y todos sus derivados... pero fue divertido. Allí nos conocimos, avanzando a un ralentí vertiginoso; estábamos vivos; éramos simples, inconscientes y felices... Sonrío.

Fue en un after hispano, cutre y poco recomendable, la música daba grima y nuestra sangre se diluía por momentos en aquel garrafón asqueroso a precio de oro. Llevábamos un tiempo liados entre infinitas resacas, acercándonos a ese peligroso punto en el que, o se aclaran las cosas, o alguien sale malparado. Yo trataba de mantener mi triste equilibrio etílico y tu cara iniciaba un desfile gestual culminado en una pose grave, intensa, como de actor inspirado a punto de recitar Ricardo III. Estabas tan grotesco y fuera de lugar con esa pinta que no pude contenerme: Reí, reí hasta llorar, reí hasta que todo, tú y yo, copas y sillas, caímos de narices contra el suelo. Todo el club nos miraba.
Entonces, cogiéndome las manos, me ayudaste a levantarme. Yo estaba muerta de vergüenza y tú, muy serio, dijiste:

Eres la única persona que importa; para mí, sólo tú existes.

Ahora lo recuerdo.

También entonces el mundo se detuvo.


Patricia Martín.
Creative Commons by-nc-sa 2.5 España

miércoles, 4 de junio de 2008

Animación suspendida (II)

Aquí os dejo la segunda parte del relato, aún falta otra más. Podéis leer el primer post aquí


Animación suspendida

Aburrida, ojeo el comic de un jeviata; es de Manara, el italiano dibujatetas ese que tanto le gustaba a mi ex, recién sacadito de una peli de Andrés Pajares:


Es muy fácil no hacer nada y decir "puñeta, no hacemos nada", y cabrearse con todos y decir "yo estoy más cabreado que tú" y... El caso es que la historia era bastante buena y podía resultar, en cierto modo, bastante divertida. Pero, coño, a ver que puedes hacer... te plantan al lado uno que controla toda tu labor; la protagonista no aparece; te meten en un lío sin dignarse a decir lo que tienes que hacer... ¡no sé!, así no tienes fuerzas para seguir adelante!, y luego dicen aventura, aventura... ¡pero qué aventura coño!1

Mi aventura murió muchos kilómetros al norte, hace ya tres años, cuando hervíamos la Erasmus con el agua de los macarrones. No me molesté ni en acabar el curso, compré un pasaje, cogí mis maletas y ya estaba saliendo por la puerta cuando llegaste al piso antes de tiempo. Te veo entrar en la cafetería y acercarte, mirándome con la sonrisa incrédula de entonces. Con ese aire ausente tan tuyo, como de aparecido, ahora repites exactamente las mismas palabras...

-¿Qué pasó?

¿qué pasó, maldito cretino?

-Andá, mira quién se ha dignado a venir …

¡qué pasó!

-...pero no te quedes ahí plantado, siéntate hombre, siéntate.

¡Cómo tienes la cara de presentarte y decir
“¿qué pasó, qué pasó?”!

Me largo, lo sabes de sobra

-pero cuéntame, ¿cuánto tiempo no? ¿qué haces por aquí?
-Un poco de todo, ya sabes... la familia, los amigos, desconectar...

¡y no me llames!

-No me llamaste
-Venga mujer, intenta comprenderlo, tú, ya sabes...
-Déjalo Luis, no te amargues


¿Qué no se amargara?. Maldita sea. No entendía nada.
El mundo normal distaba media hora a un volante robado, tras un sueño volátil. Demasiado tiempo... no le había dicho que iría a verla porque aún trataba inútilmente de convencerse para no hacerlo. Fue el último en salir del avión: ninguna azafata le esperaba en la puerta. Cruzó el túnel hacia la terminal: Nadie. Tampoco en facturación, ni el parking, la parada, la base... en ninguna parte. La gente simplemente había desaparecido, como en aquella película de Amenábar.
¿Y si todo era un sueño? ¿habría chocado el avión y estaba muerto? Saltó desde un banco y agitó los brazos rápidamente, como para echarse a volar... se sintió como un imbécil y casi se tuerce el tobillo.
Todo aquello era muy, pero que muy raro... tenía que hablar con Cristina.

Kitty1988 era una habitual del foro canarionesinlondon que lo esperaba en Las Palmas, habían hecho buenas migas, ella pensaba emigrar en breve y quería algunos consejos...

- ¿Sí?
-¿Cristina?
-Si soy yo, dime
-¡Gracias a Dios!, Kitty, no te vas a creer lo que me ha pasado...
-... ... ...
-¿Kitty?

El asombro es un sentimiento extraño, volátil... una vez pasado el punto de no retorno queda consumido por una especie de resignación fatalista, un dejarse llevar por pura inercia. Cruzó la ciudad fantasma, dejando atrás calles desiertas y paisajes urbanos en descomposición. Llegó a la facultad sabiendo que no vería a nadie.
Pero allí estaba ella, tomándose un café tranquilamente en medio de la cafetería abandonada. Ya se podía estar esfumando el universo.
¿Se había vuelto loco? ¿debería decírselo? ¿y si se reía de él? Ya habían empezado con mal pie. Mejor dejarlo estar y fingir ver trajes en el aire.

Mr Sandman, give me a dream...

-¿qué cantas?
-Nada, perdona, sólo pensaba
-¿en qué?
-Bueno, no sé, ilusiones, ya sabes. Las cosas nunca son como te las esperas.
-¡Ajá! entonces eres platónico, no lo niegues
-Bueno, sí, supongo...
-¿Sabías que ese tío era un facha de cuidado?- El odioso bípedo desplumado se convierte de repente en un socorridísimo tema de conversación. Hago gala de mi recién adquirido bagaje cultural y, en el afán de impresionarte, incluso parece que me gusta. Tiene que gustarme...

-Adoro la carrera, sí, sí, me va genial, este parcial lo dejé para estudiar con calma y sacar nota en junio, paso de ir de mediocre por la vida ¿sabes?. ¿El trabajo?, oh, sí, bueno, algo para ir tirando, sólo hasta que acabe, sin horarios fijos, sin complicaciones ni responsabilidades, prefiero centrarme en otras cosas. No, no tengo novio, ¡pero porque no quiero!, no te vayas a creer, comparto piso con tres amigas fantásticas, de fiesta todos los días... chico, que quieres que te diga, vivir sola es taan aburrido... ¡Por supuesto que estoy guapa!, ¡faltaría más!, mira, he adelgazado y todo, pero sin dietas ni marujadas de esas eh?, ¿estrés?, ¿yo?, ninguno, para nada, tú estás loco. Todo me va muy, pero que muy bien.

Como la seda.

Pasan las horas, o al menos lo que debieran ser horas en un espacio inmutable. Él no parece afectado por el museo de cera que nos rodea. Tan tranquilo, como si fuera cosa de todos los días... siempre estuvo un poco chalado, lo dejo estar. El día que no avanza es demasiado bonito para perderlo en chorradas.

Continuará...

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1 Las aventuras africanas de Giuseppe Bergman. Milo Manara

lunes, 2 de junio de 2008

Público y anónimo

A veces, encuentro en la calle pintadas que más parecen microrrelatos (a pesar de su autor, supongo).

Sin ir más lejos, ésta, en la C/Colegiata de Madrid, esta mañana:

Mi vida es igual que la tuya

(Todavía me pregunto si es una afirmación general o, por el contrario, se dirige a alguien concreto, en cuyo caso...)

O esta otra, en el Pº de los Melancólicos (dónde, si no)

Había una vez un hombre
enamorado


(Debajo -como firma tal vez, un monigote-. ¿El autor?)

Y ésta, verdaderamente intrigante, en la Pza. Santa María del Mar, en Barcelona:



viernes, 30 de mayo de 2008

Listas

Tengo una lista, aquí, en alguna parte
de buenas intenciones incumplidas:
Cosas que he hecho,
cosas a medias,
cosas que ya no quiero. Se enrolaron
sin orden ni concierto, sin motivo,
curtidos polizones, capitanes intrépidos,
marinos para un charco de agua dulce.

Y no diré eso de:
En realidad, yo nunca quise hacerlas
Que no quedó remedio, era muy joven
y tan ingenua ¡Si no me dieron
oportunidad ni alternativa! Que, bueno,
tu me entiendes, ya se sabe, cosas de la vida.


Qué diferencia
la acción del movimiento,
voluntad e inercia,
historia y aventura.
Qué derrota
nos abate a la deriva.

Dejarse llevar, leve y ajeno,
tras oscuras señales que no entiendes,
por los designios de un futuro ya escrito,
enterrando, avariciosos, las monedas
que nunca hemos gastado. Transcurriendo...

No puedo
No debo
No hay tiempo
Ahora es un riesgo
Más adelante
Quizá algún día
Estoy en ello
Ya es tarde


Y ahora, al exhumarla, enfurecidos
reclamamos nos devuelvan nuestra vida
en mejores condiciones para usarla:
sin límites ni roces, instrucciones,
repuestos, asistencia, garantías
de ser lo que quisimos.

Y eso hemos sido.

jueves, 29 de mayo de 2008

la dutxa tocada del bolet



-A can Jordi tenien una dutxa que era un mànec amb foradets menuts i un tub flexible connectat l'aixeta de la banyera . Un dia que feia fred en Jordi va anar a dutxar-se. Tot anava bé i, de cop i volta, l´aigua calenta es tornà freda i el va deixar glaçat:

-Hauuuuuuuu! Mare, la dutxa no va bé.

Quan encara no s´havia recuperat del tremolor, un raig d´aigua calenta el va posar content:

-Aiiiii! Aquesta dutxa és boja....

Just quan la mare creuava la porta per veure què pasava, una cosa li va pasar pel costat, de tal manera que va caure a terra, es va girar i va veure com la dutxa sortia de la casa i travessava el carrer. La van intentar atrapar, però van fallar en el intent; van tornar a casa decebuts i van pensar que el millor seria trucar al seu tiet , que era un vaquer que tenia el seu rantxo a prop de casa. El tiet va agafar el cavall i una corda i va començar a perseguir la dutxa , la va trobar bevent una cervesa a can Manolo i, aprofitant l´ocasió, va preparar la corda , va fer un llaç de vaquer i la va capturar. Després va trucar a can Jordi amb el telèfon mòbil.

Van posar la dutxa dins d´un sac i la van portar al zoològic de Mataró. Està tancada en una gàbia on hi ha un rètol que diu:

-”Atenció, dutxa salvatge, no us hi apropeu “.

FI
(Una escribidora)

El periódico de Los papeles de BC

Hace poquito descubrí feedjournal, un servicio que elabora un pdf con los contenidos de un feed en formato periódico y te permite descargarlo, imprimirlo o colgarlo en el blog mediante un widget. He hecho una pequeña prueba con Los papeles de BC.
Abajo debería verse una previsualización del mismo, como no me aparece nada en la vista previa no sé cómo habrá quedado. Si sale bien podríamos hacer una publicación mensual con todas las novedades del blog, para descarga libre, o imprimirla y repartirla por las zonas de cruce, etc... ¿Qué os parece?


La caza

(el otro punto de vista del relato que envié al concurso del eMcuentro)


A veces, sucede que llego allí, en sueños. Siempre es el callejón oscuro, las casas carcomidas, la noche, el cielo amenazando lluvia. Y ese instinto de cazador a la búsqueda de una presa, todos los sentidos afilados. Puedo oír la mínima carrera de las cucarachas, una gota de lluvia que cae, monótona. Puedo oler la basura, la humedad. Y el miedo. Nunca he visto a nadie, siempre estoy solo, mis pasos resonando en las baldosas mojadas. Hasta hoy. Hoy, la tengo delante de mi, avanzando inocente hacia el fondo del callejón, como si no supiera adónde va. Un muro le cierra el paso. Se detiene, duda un momento y se vuelve hacia la salida, hacia mí. Siento una excitación nueva corriendo por mi espina dorsal, un placer anticipado, siniestro. Avanzo despacio hacia ella. Al fin, parece haberse dado cuenta de mi presencia. Retrocede, es cuestión de un momento que llegue al fondo, a la pared que le cortará la retirada, que la dejará a mi merced. No hay prisa, no puede escapar. Me mira, sin verme. En cambio, yo distingo perfectamente su cara, a la luz distante de las farolas de la avenida, el miedo en sus ojos muy abiertos. Un par de pasos y estoy a su lado, rozándola casi. Siento mi sexo desperezándose, creciendo, apremiante. El placer es tan intenso que resulta casi insoportable. Pongo una mano en su hombro, no la rechaza, no se mueve. Entonces, muy despacio, avanzo la otra hacia su muslo, le subo la falda, recreándome en la suavidad de su piel, cada vez más arriba, sin encontrar resistencia. Noto los latidos de la sangre en su garganta que ahora aprieto un poco, sólo un poco, para gozar el contacto. Acaricio su vientre terso, insinúo un dedo en el ombligo y sigo hacia abajo, como el niño que va alcanzar un premio largo tiempo postergado. Las bragas no son un obstáculo, sino un acicate, el encaje entre mis dedos, que lo apartan sin esfuerzo, para demorarse en el vello que marca el camino hacia la meta deseada. Apenas un estremecimiento eriza su piel, pero ella sigue inmóvil, demasiado inmóvil. Extrañado, me aparto un poco. Huelo su miedo, que la paraliza, y me produce una salvaje alegría. Puedo hacer con ella todo lo que quiera, lo que sé desde siempre que voy a hacer. Ha empezado a lloviznar, noto el agua fresca en mi pelo, en su su piel desnuda, en la tela tan fina de su blusa, que empieza a empaparse.


Y entonces, sin aviso, noto el dolor en la mano con que le aprieto el cuello, oigo su alarido mientras sacudo la mano para librarme de sus uñas, hija de puta. Se desprende de mí y cae hacia el suelo, con un sollozo ahogado. El alarido todavía resuena cuando empiezo a despertarme sintiendo la humedad en los pantalones del pijama. Con los ojos medio cerrados, miro a mi mujer, que duerme a mi lado. Poco a poco, se borran el callejón, el sonido de la lluvia, el cuerpo de la mujer bajo mis dedos. Me doy media vuelta en la cama mientras en mi mente, una voz lejana me dice que, en realidad, no importa: mañana volveré a encontrarla, y ya no podrá escaparse.

Maite Capón (Caracol Osvaldo)

miércoles, 28 de mayo de 2008

¿Existe el arte?


1.El vehículo de expresión.
2.El hijo de nuestras frustraciones.
3.La vía de escape, el mundo artificial del artista esquizofrénico.
4.El paraeje, el idealismo chinesco, costumbrista, imitador, paródico.
5.El aborto de estériles que ansían la inmortalidad.
6.El arma cargada de futuro, de moral, de crítica, enseñanzas y sabiduría.
7.La prostituta, el espectáculo condicionado a su público y sus ingresos.
8.El rebelde sin causa, la originalidad intencionada.
9.La novedad de rancio abolengo.
10.El alter ego, la introspección, la obra-individuo.
11.La artesanía, lo popular, lo tradicional, lo colectivo.
12.El profesional perfeccionista, el estilo depurado.
13.La genialidad, el negro pozo dónde vomitar los delirios de la inspiración.
14.El arte por el arte.


Y yo me pregunto ¿existe pues, el arte? ¿hay algo a lo que podamos llamar creación? ¿es necesaria? ¿no somos acaso simples recreadores o, peor aún monos mecanógrafos a servicio del azar? Y si el arte es sólo forma y combinación ¿no lo sería entonces cualquier actividad humana que las requiera?

La visita


(un toque gamberro)


Estaba limpiando el polvo cuando llamaron al timbre. Creyó que sería el cartero, por eso abrió la puerta sin mirar. Se quedó un poco desconcertada por el tipo que tenía enfrente: gordo sin paliativos, con gafas redondas tipo Trotski y calzado con unas zapatillas de felpa a cuadros.

-Permítame, señora, que me presente. O, mejor, que le presente a mi grupo: La armonía universal perfecta -Se interrumpió un momento, mirándola con fijeza- Usted ama la paz, naturalmente.

- Sí, claro –respondió ella, automáticamente.

Él sonrió, satisfecho, haciéndole recordar una raja abierta en una sandía con gafas. Ella dirigió la mirada, sin querer, hacia los pies del individuo.

- Juanetes, señora. Pero eso no importa. Lo importante es... ¿Me permite pasar? Así se lo podré contar con más tranquilidad. Un tema como éste requiere tiempo -prosiguió, untuoso y persuasivo.

Sin saber cómo, estaba preparándole un café, mientras él ocupaba la totalidad del sofá.

- Pero no se quede de pie, señora, por favor, siéntese aquí, póngase cómoda. Con sacarina, gracias.

***

Cuando se quiso dar cuenta, el gordo reposaba satisfecho en su cama. Y desnudo, cielo santo. Muy desnudo. Pero lo peor es que ella estaba a su lado y, desde luego, no llevaba ropa. Se incorporó, envuelta en una nube compuesta por asombro y vergüenza a partes iguales, buscando con qué vestirse. Él la cogió por el brazo.

- ¿Dónde vas, cariño?

(¿Cariño?)

- Es que tengo trabajo -balbuceó-. Yo estaba limpiando el polvo, me parece. Dejé el plumero en la mesita, ¿no?, y creo que aún no se lo había pasado a la foto de Marcelino. No me gusta que se acumule el polvo...

Él la interrumpió, con un majestuoso ademán de la mano libre.

- Ignoro quién será ese Marcelino de que me hablas. Pero, en cuanto al polvo, deja que me ocupe yo, palomita mía.

La atrajo con suavidad, sin encontrar resistencia, todo hay que decirlo. Ella se dejó caer, ruborosa, sobre su extenso pecho, mientras sentía que la galería de vivos por delegación a que había dedicado su vida se escurría de su mente, como tragada por el desagüe del lavabo.


Caracol Osvaldo

martes, 27 de mayo de 2008

Animación suspendida (I)

Bueno, me estreno en este blog con mis pinitos en el mundo del relato. Este lo comencé hace tiempo y aún está por concluir así que el final lo conoceréis "en directo". Es un poquito largo para el formato blog, así que lo dividiré en pequeños y cómodos fascículos.

ANIMACIÓN SUSPENDIDA

TEORÍA LITERARIA 10/02/06

Mímesis

>¿Realidad o ficción?
>a = a ¿Yo no soy yo?
>Narrador, triste alias, sin duda inútil; mis amigos no piensan que hablo de mí, yo no pienso que hablo de ellos. (¡Qué tontería!... Si ellos también son yo)


Tengo convocatoria de gracia en veinte horas por culpa de dos cretinos misóginos del siglo IV. Como si toda civilización o buena idea hubiese muerto con ellos, como si lo de hoy fuera de pega y diera cierto asquito por manoseado. Escribo estas líneas con la esperanza de eludir las interminables horas por las que suplicaré a cinco minutos del examen...

El tiempo se ha parado. Qué curioso.

No queda nadie en los alrededores de la biblioteca, sólo yo y esa chica del móvil con el gesto congelado. Está sentada en un banco de metal gruyere, antiergonómico: el cuerpo inclinado, acodada en las rodillas y la vista clavada a la baldosa. Debía ser algo realmente interesante, noticias, una confidencia, tal vez una llamada de advertencia sobre lo que iba a ocurrir. En sus ojos anida un destello de curiosidad cristalizada.
Me pregunto si aún hay alguien en la línea... ¿se paró el multiverso o sólo ella?, ¿es contagioso?, ¿se trasmite por contacto o replica entre señales? Me cuestiono silenciosa y escucho, sólo un instante, la nota inerte de un sonido en suspensión. Salto atrás, aprensiva, no despierte poseída por algún ser extraño.
Pero no me afecta, sea lo que sea, no me afecta y debo estudiar. Aprovecho mis flamantes horas vírgenes, reduzco el texto a máximas ya interiorizadas para después reconstruirlo, miniaturizo contenidos...

¿Qué es la literatura?

>Arte = sombra2
>Pollo amnésico vs Retórica teletienda
>Conversemos y hallarás lo que busco.
>La Verdad sea contigo (y con tu espíritu)


-Ummm...
...se parece demasiado a mi breve periplo salesiano. Divago, está claro, es la hora del café, aunque nada haya cambiado en Semeseguerl, mi compañera de cronaufragio. Como no sé si aún puede ver dejo los apuntes ante sus ojos, por si se aburre. Temo no estar haciéndole ningún favor.

En la cafetería treinta y cuatro personas en vilo sostienen diez cortados, veinte cervezas y cuatro solos. Avanzo entre el cruce de miradas y robo un café hirviente a un chico inmerso en libros que, con toda probabilidad, no estaba leyendo. Me da un poco de vergüenza, pero no ocurre nada. Nadie aferra mi mano hacia simas de horror inconmensurable. Qué decepción.

Continuará...

Un árbol de dos vidas

Vidas cruzadas
Relaciones
Miradas
Sensaciones
Un vuelco en el corazón
Un sentimiento de sinrazón
Una extraña conexión
Un vacío lleno de emoción
Habitual complicidad
Que imprime ritmo y vitalidad
Que culmina en desesperación
Motivando una obsesión
Destrozando una pasión
Arrasa la cordura
Hasta nadar en la locura
Creada por una ternura
Que borda una esperanza
Y al final acaba como un manto de desesperanza

Lain Coubert

Economía

Cifras, número, medidas
Cómo se mide la vida?
Millones, miles, cientos
Cuánto vale un sentimiento?
Emoción, sensación, dolor
Puedes comprar amor?
Será auténtico o falsificado?
Duradero o más bien efímero?
A estrenar o usado?
Un puro engaño o sincero?
Muchas preguntas son,
Como al inicio de una relación
Cantidades iguales de duda e ilusión
Cotizan confianza y buena intención
Al alza, cara y dificil la fidelidad
No es fácil de encontrar
Préstamos de personalidad
Imposibles de pagar
Y luego una crisis sentimental
Un ciclo termina y empieza otro igual

Lain Coubert

Qué haría por ti

Por tí soportaría
El mundo cual gigante Atlas
Por tí no me importaría
Ser acribillado por miles de balas
Por un beso
Todos los terrores
Por una caricia
Un sinfín de dolores
Por tu mano sobre la mía
Mi vida yo daría
Por sentir tu abrazo
Rompería mi corazón en pedazos

Y decidido a sufrir por tí sin medida
Te pido que te quedes mi vida, por favor
Porque no sé lo que aguantaría por tu amor

Lain Coubert

Triste

Triste mirada
Lagrimas encarceladas
Oscuro espejo
Que absorbe el reflejo
Y no devuelve nada

Oscuros ojos de dureza vulnerable
Profundidad insondable
Destilan pasión, tempestad, dolor
Alabastro roto por el dolor
En medio de ilusiones e inocencias perdidas
Una grieta de recuerdos y emociones mil veces revividas

Lain Coubert

Soy el que se escribe

Cenizas en primavera
Un ciprés en un campo de flores
La música que no suena
Cuando se encienden los soles

Mil estilos confluyen en uno solo
Difícil hasta para Picasso
Difícil dar un paso
Sin que se descomponga todo

Un eterno deseo
Dulce compañía
No ser Prometeo
Ilusión rota en un día

Lain Coubert

jueves, 22 de mayo de 2008

pepito grillo


pepito grillo lo tenía todo bien planeado. había hecho siempre lo que debía hacer, de la forma más correcta posible. había aprendido a batir sus alas, había aprendido cómo lo hacían los demás y cuando no le salía bien el tono, no le importaba copiar al resto para aprender su modelo. pepito era un grillo aplicado, sin duda, y su sueño era batir sus alas de forma diferente. pero cuando comenzó a moverse por el mundo, supo que había olvidado un detalle muy importante: las circunstancias. no tuvo en cuenta el dinero, el tiempo, el espacio, la naturaleza, la enfermedad, el dolor, la muerte, el cariño y su ausencia, no sabía que todo lo que le rodeaba, por muy bien que hubiese aprendido la lección, podría dar al traste con sus ilusiones. el día que supo de la música de Mozart o Bach, de las artes y ciencias humanas, o de la constancia de las hormigas, el día que supo que él no era más que un mísero grillo, dejó de batir sus alas. y empezó a pensar y a pensar... un día y otro y otro... hablaba contínuamente con su conciencia. así nació la imagen de pepito grillo.
Agustín S.A./Ventarrón

miércoles, 21 de mayo de 2008

Irreal


La fotógrafa hace un picado, enfoca los bordes de las briznas de hierba con interés y luego levanta de golpe la cámara hacia el modelo. En él se adivina una tensión, quería mirarla a los ojos y se encuentra con la pupila de metal. Piensa que creerá que está posando.

MsNice

lunes, 19 de mayo de 2008

Mariano Macbeth


(De otros lados)

MARIANO MACBETH
Almudena Grandes

Las tres brujas se aparecen ante Macbeth sin que él las haya invocado. Le halagan, le fascinan, le enloquecen con la promesa de un poder ilimitado. Macbeth se lanza, en pos de sus palabras, a una espiral de crímenes horribles y no sospecha que es apenas un títere, el juguete de tres mujeres astutas e impías, que lo utilizan sin escrúpulos para servir a fines muy distintos de los que declararon previamente. No sé si Mariano Rajoy ha leído a Shakespeare. Ignoro si conoce el argumento de este inmortal espejo de la ambición y las traiciones, pero me temo que en la política española se está montando un Macbeth, y que él ya ha sido elegido, desde luego a traición, y a su pesar, como protagonista.
Se me podrá objetar que Ana Botella desentona, y lo admito. Es cierto que se aturulla con algunos conceptos, que no domina el lenguaje profético, pero los números impares siempre son complicados, y en un trío, ya se sabe, es natural que alguien flaquee. Se me podrá objetar también que falta Lady Macbeth, pero en eso no estoy de acuerdo. Aunque su físico no acompañe, Soraya lleva semanas limpiando manchas de sangre simbólica en el Congreso y, que yo sepa, no ha conseguido borrar ninguna. Por otra parte, no me digan que el resto del reparto no está bien escogido.

Aquellos gritos de ¡Viva Mariano!, ¡Tú sí que eres un líder!, se han precipitado abruptamente por un abismo de deslealtad. De Aguirre me esperaba cualquier cosa, pero que María San Gil convocara a los medios en un día de luto, tras un atentado terrorista mortal, no para confortar a las víctimas sino para machacar a su jefe, ha desatado el pestilente aroma del azufre. Mientras tanto, Mariano se prepara para la batalla. Si hubiera leído Macbeth, ya sabría que no va a ser vencido por un hombre nacido de mujer. Ahora que, de las propias mujeres, Shakespeare no dijo nada. Ni mu.
(El País, 19/05/08)

domingo, 27 de abril de 2008

Despierta la Primavera

 
Despierta la Primavera. Se despereza y se levanta, justo a tiempo de despedirse del Invierno, que ya está cayendo dormido, acurrucado bajo una blanca colcha de algodón.

Tiene mucho trabajo por delante. Lo primero será pedirle al Sol que trabaje cada día unos minutos más, y que suba cada vez un poquito más alto, con el fin de aumentar la temperatura hasta que sea agradable, y dar más luz para activar el crecimiento de las plantas. Lo siguiente será cargar las nubes con agua, para que descarguen sobre la tierra fértil. Y azuzar a los vientos, que dispersarán las nubes, y el polen, y las semillas.

Después, tendrá que seguir trabajando, día a día, sin fiestas ni descansos, durante tres meses, mientras los brotes crecen, las plantas florecen, los osos salen de su sueño, y las hormonas se liberan en los cuerpos de pequeños y grandes animales.

Al final, llegará el turno del Verano, y la Primavera, por fin, podrá descansar hasta el próximo año.

Luiszama

viernes, 25 de abril de 2008

Vuelo


VUELO



Ella camina por el sendero, al borde del acantilado. Mar hasta donde alcanza la vista, monte, olor a jara, un viento leve que refresca la mañana. De pronto, nota el hormigueo en los hombros. Sigue adelante, fijando una atención obstinada en los accidentes del terreno. Al fin, tras superar un paso difícil, se detiene. No puede seguir ignorándolo: cada vez es más intenso, apremiante. Hacía tanto tiempo… había llegado a pensar que, después de todo, era cuestión de voluntad vencerlo. Se había jurado a sí misma que no iba a volver a pasar. Pero aquí está, de nuevo, y se da cuenta, como siempre, como cada vez, de que no puede hacer nada para contenerlo: es más fuerte que ella, lo será siempre. Suspira, desalentada. Mira alrededor. Nadie. Sólo el viento, el sol en lo alto, cerca del mediodía, el mar por todas partes. Una sonrisa se insinúa en su cara. Después de todo, ¿por qué no? Se libra de la mochila, de las pesadas botas, de toda la ropa. Se queda desnuda, quieta, con la vista fija en el horizonte, erguida, el viento desordenando su pelo. Abre lentamente los brazos y, con un grito de júbilo, se deja caer al vacío.

…Mucho más abajo, en una barca, un hombre interrumpe su faena al oír el graznido. Eleva la mirada al cielo, a la gaviota que vuela, segura, hasta perderse de vista.
Caracol-Osvaldo (Maite Capón)

lunes, 14 de abril de 2008

Pantallas

(De otros lados)


Manuel Vicent

PANTALLAS

No recuerdo haber visto nunca en una película norteamericana el interior de una casa donde apareciera una biblioteca familiar. Tampoco a ningún héroe del cine clásico, Gary Cooper, John Wayne, Henry Fonda, leyendo un libro en la mecedora del porche después de realizar cualquier hazaña. Por los descampados del lejano oeste puede que a veces cruzara un tipo con un levitón polvoriento vendiendo biblias. Queda la estampa cinematográfica de algún reverendo abriendo el libro de los salmos al borde de una fosa descarnada en el momento de mandar a los verdes valles del Edén a cualquier fiambre, pero luego, nada. Los deudos devoraban la tarta de frambuesa que había preparado Maureen O'Hara para después del funeral. Nadie será capaz de imaginar una secuencia con Robert de Niro, Jack Nicholson o Brad Pitt enfrascados en la lectura de una novela. Ni siquiera Woody Allen se ha permitido el lujo de decorar el despacho de su psicoanalista con una estantería cargada de volúmenes manoseados. Los libros en el cine no existen. Esos best sellers con títulos dorados en relieve, que las amas de casa meten en la cesta de la compra junto a las zanahorias, nunca se quedan en casa después de ser leídos. Cuando las cámaras llegan, el trapero ya se los ha llevado. Se ha dicho hasta la saciedad que las pantallas han derrotado a los libros. Media humanidad se pasa el día sentada devorando imágenes. En el avión, en el tren, en el bar, en el hospital donde te acaban de rajar, en el sofá en el que caes rendido al final del día siempre hallarás enfrente una pantalla vertiendo en tu cerebro infinidad de monigotes. Las fotos de los periódicos cada día más grandes, los cuerpos gloriosos de belleza visual que pueblan las revistas satinadas, también se han puesto de parte de las pantallas en la guerra contra la letra impresa. Pero de los libros se salvan siempre las imágenes. Se trata de saber qué tiene más fuerza todavía, si la imagen literaria que conservamos en la memoria después de la lectura o la visión de toda esa fantasmagoría de luces y sombras. Qué deja un oro más profundo en el alma, la goleta Hispaniola navegando rumbo a la Isla del Tesoro a través de las páginas del libro o Gary Cooper soplando la boca del revólver en la pantalla.

(El País, 13-04-08)

martes, 8 de abril de 2008

(De otros lados: vientos)

VIENTOS

Manuel Vicent

Sólo hay tres clases de hombres, los vivos, los muertos y los que navegan, pero cualquier navegante del Mediterráneo se volverá loco si trata hoy de encajar con la realidad los nombres de los vientos que rigen en ese mar. Según su origen, el gregal es el viento que viene de Grecia; el siroco, de Siria; el lebeche, de Libia; la tramontana, de tras los montes. El gregal es un noreste y allí no está Grecia; el siroco es un sureste y allí no está Siria; el lebeche es un suroeste y allí no está Libia; la tramontana es un norte y los montes están en todas partes. Existe también el mistral o viento maestro, que proviene del noroeste. En la Provenza hay una región con ese mismo nombre, aunque la Provenza tampoco está en el noroeste. Cuando se dice que el levante sopla del este, de donde se levanta el Sol y el poniente llega del oeste, de donde se pone, sólo es verdad los dos únicos días de equinoccio, porque el Sol va derivando hasta 30 grados al norte o al sur el resto del año. Para resolver este enigma hay que encontrar un punto en el Mediterráneo donde el nombre y la dirección de los vientos encajen. Ese lugar existe y su elección fue producto de un consenso entre pescadores sicilianos, mercaderes genoveses y catalanes, navegantes tunecinos, corsarios y piratas berberiscos, que surcaban esas aguas en el medievo. Por supuesto no se decidió durante las travesías. Cuando se navega no se pueden hacer demasiados cálculos, ya que a los tripulantes sólo les separa de la muerte los cuatro dedos de espesor del casco de la nave. La decisión de someter la veleidad de los vientos a la lógica fue tomada a través de la experiencia de los marineros en las tabernas portuarias en largas conversaciones al calor de un aguardiente. Sólo hay una isla en medio del Mediterráneo donde los nombres de los vientos responden a su dirección. Esa isla es Malta. En La Odisea se la llama Ogigia, el ombligo del mar. Allí permaneció siete años Ulises en brazos de la ninfa Calipso. Pero en literatura el viento es una ficción. Por eso en cualquier latitud donde uno se halle, el gregal llegará de Grecia; el siroco, de Siria; el lebeche, de Libia, siempre que el viento sea una forma de poderosa locura que, unida a la marea del tiempo, al final te lleve a Ítaca.


(El País, 6-04-08)

lunes, 7 de abril de 2008

Me está mirando

La cojo, la llevo a la cama, la abrazo, y empiezo a tocarla. Despacio al principio, y suave. Más rápido y fuerte, después. Durante unos minutos, sólo somos ella, yo, y su olor a palosanto y cedro. Y el tacto suave de su caja, el de su mástil, más duro y áspero el del diapasón. Y la música, la música que brota de sus cuerdas, cálida y melosa.

Luiszama

miércoles, 2 de abril de 2008

El blog no se cierra

No tenemos ninguna intención de cerrar el blog una vez terminado el concurso de relatos. Así, queda abierto para vuestras colaboraciones (relatos, poesías...) o para cualquier noticia, relacionada o no con los libros, que os gustaría que apareciera aquí. Sólo teneis que mandar los textos a la dirección de correo electrónico que figura al margen.

¡Hala, venga, que ya estáis tardando!

domingo, 16 de marzo de 2008

Lost in a riddle de Porlospelos

Vigésimo relato recibido
Título: Lost in a riddle
Autor: Porlospelos

Lost in a riddle

Obsérvala.
La respiración es pausada, rítmica. Los ojos, cerrados. Los músculos, relajados.
Duerme.
La noche es oscura y silenciosa. La urbe parece, si no muerta, al menos si aletargada.
No es más que una pose, por supuesto. Un tiempo más tarde, siempre uno demasiado exiguo, claramente insuficiente, todo cambia.
Suena el despertador. Abre los ojos, no recuerda que ha soñado. Inspira profundamente, lo aguanta un instante, y deja que degenere en un suspiro. ---Venga, a correr---
Apaga el despertador y enciende la lámpara de la mesilla. Se desliza fuera de la tibieza del edredón y enfila directa hacia la ducha.
Es el chorro de agua el que le devuelve la energía, y le hace cambiar de marcha. Una vez aseada, va a la cocina y prepara el desayuno. Leche, fruta, cereales, y el omnipresente café. Mira el reloj. Es la hora. Va al cuarto de los niños y les despierta sin demasiadas contemplaciones. Nacho ya es mayor, y se levanta obedientemente. Lucía es otro cantar. La mitad de los días se despierta gritando a pleno pulmón “Que no quierooooo, que noooooo, que no quiero ir al coleeeeeeee”
Hoy es uno de los buenos días. Mejor para todos. De vuelta en su cuarto, Ignacio apenas si se ha rebullido en la cama, y se halla acurrucado bajo el nórdico
---¡Si serás mamón!---
-Vas tarde. Le dice, mientras le arranca el edredón despiadadamente.
Veinte minutos más tarde, no sabe bien como, están saliendo por la puerta con los niños, todos limpios, vestidos y desayunados. A ella le toca dejarlos en el cole, tiene más libertad de horarios.
Apenas han hablado desde que se levantaron, mientras el se aleja hacia su coche y ella va montando a los niños, le dice unas palabras cariñosas:
-Recuerda que hoy tienes que recogerlos tú. Yo por la tarde tengo que hacer una visita al nuevo almacén para enseñarles el producto, a ver si logro que empiecen pidiendo una obra con nuestro material. Te quiero, cuídate. Un beso.
De camino al colegio, va haciendo la cuenta de cabeza de las tareas pendientes para el día. Por la mañana, reunión con el director de zona, ---tienes un ceda el paso--- fijar los objetivos de este año, rendir cuentas de cómo fue el año pasado, ---¿No ves que se ha puesto verde? ¡Avanza de una vez!---hablar de los descuentos para los distintos almacenes ---Se cierra, ¡se cierra!, ámbar, ¡¡acelero!!---

Ni siquiera ve la bici hasta que la tiene encima. Clava el freno, y el coche responde de maravilla. Nacho suelta un grito, y Lucía se pone a aullar. Cambia de dirección un poco, y casi logra esquivarle. De hecho apenas le toca, pero basta para desequilibrarle. Le observa mientras cae al suelo, es arrastrado por la inercia y se golpea, para colmo de males, con el poste de protección del paso de cebra.
Salta fuera del coche como un resorte, ¿Estas bien, Dios mío, estás bien? ---Dime algo, di lo que sea, contesta--- Lo siento, lo siento muchísimo, no te he visto. ---¿No se ha dado en la cabeza, verdad? ¿No ha sido en la cabeza, no? Sangra, Dios mío, está sangrando---
El muchacho se pone en pie, cuidadosamente. Los pocos viandantes se acercan, y empiezan a formar un corrillo cuchicheante. Se queda quieto mientras se echa un buen vistazo, como comprobando el alcance de los daños. Tiene los vaqueros destrozados, la rodilla y la mano izquierda despellejadas y sangrantes.
-Hay que joderse. Precisamente hoy, que voy tarde a un examen.
Coge la bicicleta, que parece mejor parada que él, y sin más charla, se monta en ella, y se pone a pedalear, alejándose.

Le observa, incrédula. Se queda petrificada unos instantes, no sabe cuantos, pero un aullido estridente le acaba sacando de su estupor. Es Lucía, que sigue gritando. Mira a su alrededor, el corrillo cuchicheante ha crecido y lanza alguna mirada reprobatoria. Lentamente, vuelve al coche, se sienta, cierra la puerta, se pone el cinturón.
Durante un instante, no sabe exactamente que hacer. En ese momento, su mirada recae sobre el reloj del salpicadero, y se da cuenta de que ha perdido un tiempo precioso.

miércoles, 12 de marzo de 2008

El día de la liberación por Radical Bookcrossing

Decimonoveno relato recibido
Título: El día de la liberación
Autor: Radical Bookcrossing


  • ¡¡¡ESE HIJO DE PERRA HA PUESTO LOS LIBROS PERDIDOS DE SANGRE!!!

  • ¡Jajaja!, el cabrón quería quitártelos, ¿eh, Jose?, ¿no podía esperar a llegar a la plaza? allí habrá muchos más, ¿eh?. ¡Jajajaja!-. Ben se ríe tanto que tropieza, pero consigue no caer y siguen avanzando deprisa, hacia la plaza, empujando los carros cargados de libros.

  • Quería quitármelos, pero no ha podido- muestra un puño ensangrentado y lo aprieta, con una mueca-. ¡Dios! Todavía duele, no debí haberle dado tan fuerte, de todas formas ya llegaban los guardias. Esos sí le estarán dando una buena paliza.

  • En comparación lo tuyo le parecerá que fueron caricias, Jose, te lo digo yo- se oyen gritos, la gente les adelanta, corriendo hacia la plaza, las calles cada vez están más concurridas.

  • No entiendo porqué todavía hay quienes no colaboran con nosotros, yo creo que nos merecemos un mejor trato los que trabajamos para organizar todo esto.

  • Tienes razón, llevamos un año liados buscando libros, almacenándolos y registrándolos uno por uno. Hemos conseguido involucrar a un montón de instituciones, y no ha sido fácil, en muchas, antes de empezar a negociar, nos miraban como si fuéramos una panda de locos fanáticos.

  • ¡Qué rabia me da!- Jose escupe a un lado y aprieta el paso-. Hemos conseguido libros en los desvanes de nuestras familias y amigos, ¡en sus casas no hacían ningún bien a nadie! ¿no?. Hemos limpiado un montón de bibliotecas y librerías de todos los libros que allí no querían ni ver. Nosotros nos ocupamos de sacarlos a la calle y todavía hay gente que en lugar de colaborar nos pone trabas.

  • ¿No comprenden que esto nos beneficia a todos?

  • No, no lo comprenden- llegan a la plaza, el griterío es ensordecedor, no cabe un alfiler pero al verles llegar se forma un pasillo para que puedan pasar hasta el centro, donde ya hay, perfectamente colocados uno junto a otro, cientos de libros viejos. Jose y Ben añaden su carga. Eran los últimos, es la hora, la turba lo celebra con el tremendo bramido de un furioso monstruo de mil cabezas.

Y empieza La Liberación: En un instante, al rugido de la turba se une el formidable fragor del fuego, devorando papel, abrasando con su calor a la plebe furibunda, ascendiendo hacia las estrellas, brillando con un fulgor irresistible.

  • ¡Qué hermoso, Jose!, ha merecido la pena, por fin libres, de la Blasfemia.

lunes, 10 de marzo de 2008

Historia de amor por Modern Love

Decimoctavo relato recibido
Título: Historia de amor
Autor: Modern Love


HISTORIA DE AMOR

La nena estaba sola en casa, leyendo. El loco estaba en una rave, bailándose el mundo. A la nena los dolores le empezaron a la media noche, punzantes, aniquiladores; mientras tanto el loco se sacudía por otros estertores.

Exactamente doce horas antes a la nena la habían llamado por teléfono para darle una de esas noticias de mierda que nadie quiere recibir: el ex estaba en coma desde hacía un par de días, una sobredosis. Al principio la nena protagonizó una fantasía histérica, después se drogó y durmió buena parte del día, se drogó de nuevo y se puso a leer.

Al loco con el que vivía ahora lo había conocido poco tiempo atrás, empezaron compartiendo el piso, terminaron compartiéndolo todo.

Esa noche la nena no tenía ganas de hacer nada, el loco la besó en la boca antes de salir y le dijo: lo siento muchísimo nena, créeme, pero no puedo quedarme y verte así. Ella sabía que era cierto y cuando él por fin se fue, se sintió aliviada.

Cada vez que el loco saltaba, tratando de fundirse con una luz púrpura, a la nenita se le retorcían las tripas, estaba acurrucada en la cama incapaz de moverse; el loco convulsionaba de éxtasis; la nena trataba de gritar, pero el dolor la asfixiaba; el loco gritaba enloquecido, desintegrándose los pulmones con cada exhalación.

De pronto, faltando cinco para la una, el teléfono empezó a sonar, si tan sólo pudiera alcanzarlo, pensaba la nena. Pero no lo lograba, después de un rato se activo la contestadora: O estamos ocupados o no estamos, habla después del bip. Bip. Hola bonita, no llores más él está bien, se acaba de despertar. Todavía no ha recobrado por completo la consciencia, pero el doc dice que va a salir de ésta. Te queremos.

Bueno por el gato, pero ¿y ella qué? Ella se moría de dolor, desangrándose. El loco seguía bailando como loco, otra pepa, la música lo estaba matando.

A la una y media el teléfono volvió a sonar, ésta vez la nena, reuniendo todo lo que se parecía a su fuerza, alargó un último brazo salvaje y lo contestó: Ayuda, necesito ayuda.

Era la bruja, una amiga de la casa. Tranqui nena ¿qué te pasa? Hasta la voz le dolía. Bruja, no sé, me estoy muriendo, ayúdame, hay sangre por todas partes.

La bruja tiró el teléfono al piso, se vistió como pudo y salió a coger un taxi, desde el móvil pidió una ambulancia

El loco la estaba pasando de puta madre, era cierto que le hacía falta su nenita, pero era una necesidad dulce que no le hacía daño. Tu eres mi ángel ¿lo sabías? Qué buena fiesta, las sensaciones del loco se movían en perfecta sincronía, se sentía inmortal.

Cuando la bruja llegó donde la nena la ambulancia estaba esperando, nadie atendía la puerta. La bruja abrió con sus llaves.

La nena estaba todavía en la cama, con el cuerpo contraído y la cara palidísima, temblando como un reflejo sobre el charco de sangre. La bruja supo que seguía viva y respiró por primera vez en mil años. Se la llevaron al hospital y tuvieron que hacerle una cirugía de emergencia. Los médicos la salvaron a ella, pero el bebé estaba muerto, trece semanas tenía.

La bruja fue quien se lo dijo, no habría permitido que nadie más lo hiciera. La nena se quedó callada, la anestesia la tenía volando todavía. El loco empezaba a aterrizar, hora de volver a casa. Al revisar el móvil leyó el mensaje de la bruja: la nena esta mala, loco, estamos en el hospital central, vuela.

Voló. Eran la diez de la mañana cuando le permitieron verla, parecía una niña pequeña metida entre la bata rosada, con el pelo enmarcándole su mejor ángulo.

Loco, estaba embarazada. Tranquila nena, lo importante es que estas bien. Pero es que yo no lo sabía, no lo sabía loco. No llores nenita que te tienes que aliviar pronto. El gato esta vivo, esa sólo era su cuarta vida, loco, el hijo de puta tiene buena suerte. Todo bien, nena, todo bien. Yo estaba embarazada. Si. Y no lo sabía. No. Ni siquiera sé si el niño era tuyo, loco, o del gato.

En todas las historias de amor hay siempre una nena, un loco, una bruja y un gato.

La nena es linda y despistada. El loco es flaco y sabe tocar el piano. La bruja es maternal y poderosa. El gato es rápido y habla muy bien.

La nena está enamorada del loco y del gato. El loco adora a la nena, desea a la bruja y detesta al gato. La bruja se muere por la nena y se divierte con el gato. El gato los mira de lejos.

A veces el gato gana la guerra, que pelea sólo para no aburrirse, y se queda con la nena por un rato, pero el loco es persistente, y flaco. La bruja los calma a todos, la nena los pone nerviosos.

El gato camina por los tejados. El loco baila. La bruja prepara los tragos. La nena sonríe. Al final el loco recupera la cordura y se larga, la nena cae para siempre en las garras del gato, la bruja hechiza a la nena. El gato le hace el amor a la bruja. Todos felices.

viernes, 7 de marzo de 2008

Estígia por Almudeno

Decimoséptimo relato recibido

Título: Estígia
Autor: Almudeno

Estígia


Na Calístide, la de les brunes trenes, donava l’esquena a la foscor del mar, indistingible del cel, a la negror profunda de la que arribava el suau i incansable soroll de l’arrossec d’ossos de mariners ofegats. Sense atrevir-se a mirar l’abisme, la jove desitjava que una cega onada pugés amunt i se l’endugués a l’Hades, on vagaria eternament, refusant fins i tot les ofrenes dels herois arribats a la fosca Estigia. Tanta era la seva desgràcia i el desig de fugir del vergonyós destí, la necesitat de cobrir-se sencera amb una túnica negra que la tapés de cap a peus.


La bella Calístide reposava en un setial de pedra d’esquenes a l’aigua, l’únic dempeus dels tres que antigament envoltaven l’oracle. Dalt el cel brillaven els estels, llunyans i daurats, insensibles a les glopades de marinada que agitava sense pietat roba i cabells de la noia.


Repassant la tèbia pedra amb els dits, la vestal mirava terra endins, esperant la brisa seca que l’acompanyava cada nit. Ja feia setmanes que defugia l’eixordador cant dels ocells, l’anguniós tracte amb les persones, i l’eixuta llum del dia, que mostrava la seva vergonya creixent.


La jove Calístide revivia el fat de Calisto, la caçadora d’Artemisa, i ho sabia, i es negava a acceptar el destí. Per això cada vespre s’asseia vora l’antic oracle, i, quan acumulava prou braó, s’hi apropava i deixava que les forces tel·lúriques l’entravessessin, submergint-la en un estat pesat i dens, de sensacions fredes com ganivets, enganxoses i marejants, que sempre li donava la mateixa resposta.


Odiava la Calisto, la de les brunes trenes odiava profundament la nimfa que li havia concedit nom i fat, quan el seu pare mirà el firmament nocturn i cregué que ella havia nascut per a redimir l’antiga deshonra. En realitat es repetia el destí, i la ment li embogia. “Calla boja, calla meuca”, li deien, quan preguntava per l’amat i la seva sort.


Com mil anys abans, i mil anys després també ho farien, dalt el cel brillaven els estels, aliens a la desgràcia, bressolats per la remor del mar fins que el món deixés de ser món, fins que la última dona restés eixorca i l’últim homes morís en combat. Na Calístide repassava amb els dits la pedra i imaginava que alguna dona, en un moment indeterminat del futur, a plena llum del dia, faria el mateix gest, potser amb la mirada serena, qui sap si també colgada sota la túnica negra de la disort, i pensaria en ella, i l’estimaria. I aquell miratge de comprensió la confortava dins la terrible solitud, en somiar que, abandonada dels Déus, si més no tenia una amiga.


ESTIGIA


Calístide, la de oscuras trenzas, daba la espalda al sombrío mar, indistinguible del cielo, a la negrura profunda de la que llegaba el suave e incansable murmullo del rozar de huesos de marinos ahogados. Sin atreverse a mirar al abismo, la joven deseaba que una ciega ola se levantara y la arrastrase al Hades, donde vagaría eternamente, rechazando incluso las ofrendas de los héroes llegados a la oscura Estigia. Tanta era su desgracia y el deseo de huir del vergonzoso destino, la necesidad de cubrirse por entero, de cabeza a pies, con una túnica negra.


La bella Calístide reposaba en un sitial de piedra de espaldas al agua, el único en pie de los tres que antiguamente rodeaban el oráculo. Arriba, en el cielo, brillaban las estrellas, lejanas y doradas, insensibles al viento marino que agitaba sin piedad la ropa y el cabello de la muchacha.


Repasando la tibia piedra con los dedos, la vestal miraba tierra adentro, esperando la seca brisa que la acompañaba cada noche. Hacía semanas que huía del estridente canto de los pájaros, del angustioso trato de los hombres, de la despiadada luz del día que mostraba su vergüenza creciente.


La joven Calístide revivía el hado de Calisto, la cazadora de Artemisa, y lo sabía, y se negaba a aceptar el destino. Por eso, al anochecer, se sentaba junto al antiguo oráculo, y, cuando reunía suficiente coraje, se acercaba y dejaba que las fuerzas telúricas la atravesaran, la sumergieran en un estado pesado y denso, de sensaciones frías como cuchillos, engañosas y aturdidoras, y siempre obtenía la misma respuesta.


Odiaba a Calisto, la de las trenzas oscuras odiaba profundamente a la ninfa que le había concedido nombre y hado, cuando su padre miró el firmamento nocturno y creyó que ella había nacido para redimir la antigua deshonra. En realidad, se repetía el destino, y su mente enloquecía. “Calla, loca, calla, ramera”, le decían, cuando preguntaba por el amado y su suerte.


Como hicieron mil años antes, y como harían mil años después, en lo alto brillaban las estrellas, ajenas a la desgracia, mecidas por el rumor del mar hasta que el mundo deje de ser mundo, hasta que la última mujer quede estéril y el último hombre muera en combate. Calístide repasaba con los dedos la piedra e imaginaba que alguna mujer, en un momento indeterminado del futuro, a plena luz del día, haría el mismo gesto, tal vez con la mirada serena, quién sabe si enterrada también bajo la túnica negra de la desdicha, y pensaría en ella, y la amaría. Y aquel espejismo de comprensión la confortaba en su terrible soledad, y le hacía soñar que, abandonada por los dioses, al menos tenía una amiga.


jueves, 6 de marzo de 2008

Real Sitio por María de las Mercedes

Décimosexto relato recibido

Título: Real Sitio
Autor: María de las Mercedes


REAL SITIO


Una mañana, te despiertas y no estás en tu habitación. Desde luego que no. Ésta es tan grande que toda tu casa cabría en ella. Los techos, decorados con frescos y guirnaldas, se pierden en la suave semipenumbra, muy arriba. Notas el crujido de las sábanas almidonadas al incorporarte, la frescura de algodón que te recuerda la infancia. Tus manos rozan una pesada colcha de seda púrpura.

Te levantas, y tus pies se hunden en la alfombra. Frente a ti, un enorme espejo, con un imponente marco dorado, te devuelve tu mirada perpleja. Un escritorio con la tapa de marquetería te observa desde un rincón, pero no te das cuenta porque estás buscando otra cosa. ¿Dónde estará el baño? Reparas, por fin, en una puerta medio disimulada tras una cortina de terciopelo. Sí, es un baño, antiguo pero en buen uso. Una vez resuelto tu problema más acuciante, echas un vistazo. Casi te da risa la enorme bañera, con sus patas de bronce simulando garras. Luego, te lavas las manos y te echas agua en la cara, buscando espabilarte un poco.

Al volver a la habitación, oyes un agradable tintineo: Sobre una cómoda, un reloj canta la hora. Dos ninfas doradas y desnudas hacen compañía a la esfera, rodeándola con sus brazos. Pasas suavemente el dedo por las delicadas curvas. Son las ocho. Suerte que haya un reloj, porque tú no lo llevas; de hecho, nunca lo llevas.

Entre los postigos de madera del ventanal, se filtra la claridad del día. Los abres, y te encuentras ante una plaza que no conoces. Una plaza enorme, espléndida, adornada con jardines clásicos bien cuidados, limitada por hermosos edificios. Te fijas en la estatua ecuestre que ocupa el centro, custodiada por cuatro leones. Notas, con disgusto, el gesto imperioso del brazo del jinete, que te da la espalda, detalle que agradeces. Su fea cara, sin duda, te habría estropeado el panorama, el trajín de primera hora de la mañana, que se despliega como un espectáculo en tu honor: niños camino del colegio, de la mano de sus padres; gente que marcha deprisa hacia el trabajo; algún jardinero podando los setos de boj; turistas madrugadores fotografiándolo todo. Te llama la atención un muchacho, con un libro en la mano, que se dirige a la estatua. Llega hasta el pie de uno de los leones, deja el libro oculto entre su trasero y el pedestal, y se marcha. Tu asombro crece cuando, un instante después, observas a una mujer que, tras mirar a su alrededor con disimulo, se acerca y rescata el libro de su escondite. La ves alejarse, con paso ágil en que te parece adivinar un aire de triunfo.

Decididamente, hay gente para todo. Te encoges de hombros y piensas que ya es hora de ver qué hay más allá de la puerta de la habitación. Sales, en pijama, y te encuentras en un amplio corredor alfombrado, con cuadros desde los que te observan personajes muy conscientes de su importancia. Sin hacerles caso, te diriges hacia el fondo, para encontrarte con una inmensa escalera monumental, inundada de luz del día. Bajas, sintiendo el frío del mármol en los pies. Estás pensando franquear la puerta de entrada y salir al sol de la plaza, cuando un olor de café recién hecho te hace cambiar de opinión. Siguiéndolo, tuerces por un corredor más estrecho, sin adornos, que termina en una puerta blanca abierta. Tras ella, descubres una enorme cocina, moderna y bien equipada. Encima de una mesa, está la cafetera humeante y una bandeja con tazas de porcelana. Llenas una, y el aroma se esparce a tu alrededor, haciendo más íntimo, más manejable, el espacio que te rodea. Te sientas a la mesa, disfrutando del silencio y el excelente café. Se te ocurre que sería bueno un cigarrito para acompañarlo, y eso que tú nunca fumas. Entonces, escuchas un llanto contenido, un sonido frágil, amortiguado por la distancia. Sales en su busca, hasta llegar a una puerta entornada. La empujas con suavidad, para no perturbar el llanto, que ahora se oye más nítido. La nueva estancia está decorada en colores suaves, parece la habitación de una niña. Frente a ti, sentada en una sillita, hay una muchacha. Va vestida con un complicado traje antiguo, cuyo escote hace que se te vaya la vista hacia los senos generosamente expuestos. Entre las manos, estruja un pañuelito de hilo. Piensas que es muy joven y muy bonita, lástima que esté tan triste.

Lástima, también, que su cabeza, con los graciosos bucles que rodean sus mejillas, y los bellos ojos azules llenos de lágrimas, esté separada del cuerpo, descansando en una bandeja de plata.

¿Quién dijo que fuera fácil hacer la cena? por un cocinero frustrado

Décimoquinto relato recibido
Título: ¿Quién dijo que fuera fácil hacer la cena?
Autor: Un cocinero frustrado


¿Quién dijo que fuera fácil hacer la cena?


Todo empezó una tarde cualquiera. Volvía del trabajo y recibí la llamada de mi mujer.
- Cariño, voy a llegar sobre las diez. No te preocupes por la comida, cuando llegue llamaremos para que nos la traigan.
Y el universo se compinchó en ese mismo instante para que tuviera aquel pensamiento que sería mi total perdición: ¡Le daría una sorpresa a mi mujer!
Sí, así, tan feliz y tan despreocupado empecé a pensar que podía hacerle de cena para asombrarla. El resto del camino a casa mi mente empezó a divagar sobre una larga lista de tiernos y sabrosos platos. Tenía que ser algo especial, de eso no tenía duda alguna. Algo que no olvidase jamás.
Lo primero que tengo que decir en mi defensa es que, excepto para ir a coger una cerveza en la nevera, nunca antes había pisado aquel inhóspito y desconocido territorio. Y no fuera porque no lo intentará pero la dueña y ama absoluta de la cocina me lo impedía. Mi mujer siempre me amenazaba cuando me veía aparecer por la puerta. ¿Y quién podía hacerle frente a una cuchara de madera? Yo no, por supuesto. Pero, ahora, ahí estaba, sin guardiana feroz que le protegiese. Podía entrar y ver que misterios se escondían en aquel lugar. Todo era tan nuevo y sorprendente que me quedé ensimismado durante un buen rato. Fue el gran reloj que había en una de las paredes el que me sacó del sueño. Ya había pasado una hora desde mi llegada y todavía no había empezado a hacer nada. Me dispuse a empezar. Repasé en mi mente los ingredientes de la cena. Sí, hay estaban todos… pero no estaban en la nevera, como desgraciadamente comprobé. De acuerdo, no preocuparse, podía escoger cualquier otra receta. Pero, ¿cuál? Mi mente se había quedado en blanco. Ya sé, ese libro que mi mujer suele consultar para hacer la comida. Decidido, buscaría algo en ese libro y lo cocinaría. Aunque… ¿dónde estaba? Fui abriendo uno por uno los armarios de la cocina. ¡Al fin!, ya lo logré encontrar. Lo abrí al azar, buscando alguna receta. Tenía que ser algo rápido y… fácil. Esto último lo descubrí cuando, tras leer la primera receta elegida, me dí cuenta de que sólo entendía una quinta parte del texto. ¿Qué sucedía? ¿Es que había que asistir a un curso especial para poder traducir aquellos vocablos tan extraños? Parecía escrito en otro idioma, quizás ni siquiera fuera de la tierra.
Al fin, tras muchos quebraderos de cabeza, dejé de pasar hojas y me concentré en la receta que acababa de encontrar: una tortilla de patatas. Si mi suegro sabía hacerlas no había motivo para que yo tuviera problemas. Primer error de la tarde: nunca confiarse.
Así pues, me propuse hacer, paso por paso, todo aquello que había escrito en el libro. Lo primero, pelar las patatas. De acuerdo, eso no era difícil, en la mili lo había hecho y no era muy complicado. Cuando más o menos pensé que tenía una buena cantidad leí el paso siguiente: “ponerlas en abundante aceite y freír a fuego medio hasta que estén doradas” Bien, no había mucho misterio. Esperar. Esperar. Esperar. Miré el reloj. No había tiempo. Seguro que no habría mucho problema en subir un poco la temperatura, ¿verdad? Segundo error de la tarde: siempre seguir las instrucciones, nunca improvisar.
Fui a preparar la mesa y en eso estaba cuando un cierto olor a algo extraño llegó a mí. Sí, os podéis imaginar que encontré cuando entré en la cocina: una gran y espesa cantidad de humo. Sin saber cómo, logré llegar a la sartén y rescatar una pequeña cantidad de trozos que no estaban, excesivamente, quemados. El resto, inmediatamente, fueron a parar a la basura. Volví a mirar el libro de recetas. “Batir los huevos y añadir las patatas” No parecía tan difícil… a priori. Pero entonces descubrí que los huevos son las cosas más frágiles que existen y que hay que tener mucho, excesivo, cuidado con su cáscara. No creo que sea conveniente encontrártela en la comida.
Llegué al último y definitivo punto en la receta. Bien, ya estaba por el final y eso era un gran logro. Deslicé con cuidado la mezcla en la sartén y dejé que empezara a cuajar. Esperé, esta vez sí, no fuera a suceder otro desastre. Cuando pensé que ya estaba, cogí un plato para darle la vuelta. Ese mismo gesto se lo había visto hacer a muchas personas, seguro que no era muy difícil… Sí, sucedió lo que imaginas. De repente el suelo se llenó de mi intento de tortilla. Levanté la visto de aquella extraña masa entre liquida y completamente sólida para mirar el reloj. Quince minutos. Todavía no sé como logré limpiar todo a tiempo, sin dejar absolutamente ni una pista de mi inútil y fugaz intrusión en la cocina. Sólo sé que, cuando mi mujer entró por la puerta, se encontró todo absolutamente perfecto, como si nada hubiera sucedido.
- ¿Todo bien cariño?
- Todo perfecto, ¿Qué quieres que pida de cena? – me preguntó desde su territorio, al cual había decidido no pasar nunca jamás.
- Creo que estaría bien comida china, ¿no crees?
- Yo había pensado en pedir una tortilla de patatas, me han hablado de un sitio que las sirven a domicilio y están muy buenas…
A buenas horas. En fin, tortilla de patata fue lo que cenamos, eso sí, para anotarme un tanto, debo decir que la mesa estaban muy bien decorada y con una par de velas brillando entre los dos. Algo era algo.

jueves, 28 de febrero de 2008

Paisaje inútil por Unión de Paisajistas del Mediterráneo

Decimocuarto relato recibido

Título: Paisaje inútil
Autor: Unión de Paisajistas del Mediterráneo

PAISAJE INÚTIL


Mira la luna

y mira al mar

y huele la brisa

que trae olor a pinos.


Mira esa luna triste,

oscura, sucia, con sangre.

Mira cómo cae su luz mugrienta

Sobre la tierra silente.

Mira al mar aceitoso

Cómo arrastra cuerpos muertos,

Cómo corroe las rocas que roza

Agotado, agonizante.

Huele esa brisa infecta

Que trae olor a cadáver,

Hedor de malaria y muerte

Amarilla, podrida, extraña.

Y mira los pinos blancos,

Esqueléticos, desnudos,

Con sus hojas mortecinas

Como una lluvia de agujas

Oxidadas, parduscas, enfermas.


Mira todo y entenderás

Que el paisaje de tus fotos

Se ha perdido, ya no existe.

Un instante lo arrasó,

Implacable como el tiempo,

Severo como la muerte.


E inútil

Como las fotos

Que adornaban

Tu salita

miércoles, 27 de febrero de 2008

Una pequeña historia por Enywen

Décimotercer relato recibido

Título: Una pequeña historia
Autor: Enywen

Una pequeña historia


En medio de la ciudad hay una casita. Pequeña, de tres pisos. Encerrada entre dos grandes y altos edificios de oficinas y frente a una gran avenida. Conserva el aroma de tiempos ya pasados y eras que ya no volverían, de recuerdos y sucesos que perdidos en la memoria se encuentran.
En medio de la ciudad se encuentra una pequeña casita. En la parte de atrás un cuidado jardincillo, en la de delante una tintineante bombilla. La puerta está pintada de blanco, de azul el ladrillo. A través de los marcos de las ventanas se ven bordadas cortinas.
En medio de la ciudad hay una casita, en ella se oyen continuos maullidos. No hay uno, ni dos, ni tres gatos. Hay cien, ni uno más ni uno menos. Blancos, negros y grises. Anaranjados y atigresados. De mil colores y combinaciones. Aunque pueda parecer increíble, no hay dos iguales.
En medio de la ciudad hay una pequeña casita. En ella vive una mujer mayor con gran compañía. En la parte de arriba se encuentran las hembras, en la de en medio los machos, ella en la de más abajo. Cuando es la hora de la comida todos se reúnen en la cocina. La mujer no tiene que llamarles: con un leve silbido los cien mininos van a su lado. Ella les contempla con gran alegría.
En medio de la ciudad vive una anciana con cien gatos de compañía. Pero ella no es la dueña de la vivienda: son los mininos los amos. Mientras sean cien, ni uno más ni uno menos, la casita será suya. Ellos van, ellos vienen y, aunque el tiempo pase y no se detenga, ellos siempre son los mismos.
En medio de la ciudad hay una casita donde habitan cien gatos y una mujer de gran edad. Pero hoy no es un día como los demás, hoy la mujer les ha mirado de forma extraña mientras les observaba comer. Ellos, los gatos, lo han notado puesto que todas las cabezas y colas han levantado expectantes. En sus ojos se podía adivinar una escondida emoción. Ven a la mujer llevarse las manos al pecho tras un leve gesto de despedida. Mañana se dirá en el cementerio que nunca se habían visto tantos gatos reunidos alrededor de una tumba. Mañana se dirá que en la ciudad nunca se habían escuchado tantos lamentos nocturnos.
Al medio de la ciudad ha llegado una joven con un embarazo avanzado. Se encuentra frente a una pequeña casita. En sus manos se encuentra una carta escrita con manos temblorosas de una anciana. Alza la mano para llamar a la puerta pero ésta se encuentra entreabierta. Da un paso adelante y un gato se le acerca. Ella se agacha y le acaricia. Después de él viene el resto.
En medio de la ciudad hay una casita. Pequeña, de tres pisos. Encerrada entre dos grandes y altos edificios de oficinas y frente a una gran avenida. Conserva el aroma de tiempos ya pasados, eras que ya no volverían, de recuerdos y sucesos que perdidos en la memoria se encuentran y, también ahora, de un futuro que ahora se acerca.