lunes, 18 de febrero de 2008

Narciso airado por Ofelia

Décimo relato recibido

Título: Narciso airado
Autor: Ofelia

Narciso Airado

Dias de aceras,

de absenta

de golpes y carreras.

Dias ya añoranza,

añoranza de mi en tu espejo,

narciso airado,

dias que se fueron

a lomos de un toro

perdido, furioso

todo sudor y barro

alli,

en su encierro de calles,

tan solo.



Sur por Equinoccio

Noveno relato recibido

Título: Sur
Autor: Equinoccio

Sur

Echó un último vistazo al cuarto, a la ropa doblada sobre la cama, a la alfombra persa que su suegra les compró en una de sus innumerables incursiones en el mundo de las subastas.

Último vistazo a lo que fue el refugio de sus demasiados cortos sueños tranquilos, demasiadas largas pesadillas.



Su delgada silueta de dietas interminables se dibujó por última vez en la luna del armario con vestidos, trajes, blusas, abrigos y zapatos de centenares de cócteles y cenas cada vez más inaguantables y cerró la puerta.


Bajó la escalera sigilosamente.

Cruzó la casa, el jardín y saludó al vigilante quién amablemente le abrió el portón.


Aún quedaban horas de luz, sol y suave brisa para acompañar su gran sueño de caminar libre.


Eligió dirección sur.

Sur por ser una palabra llena de vida.

Sur como las casitas de colores, como las golondrinas, las palmeras y la gente alegre.

Sur como esa chiquilla que correteaba por la plaza y perseguía a las palomas en su vestidito lleno de girasoles.

Sur que nunca pudo poner a su hija porque ni vírgenes ni santas se llamaban así.


Caminó horas llenándose de las sutiles ramificaciones de sur.


Y llegó al puente.

Debió de ser cerca de las doce. Ya nadie transitaba por allí.


Cinco años transcurrieron y aún retumbaba en sus oídos la espeluznante mezcla de sonidos infernales… chapa, cristales, bocinas y gritos que nunca pensó que pudiesen salir de garganta humana.

Murió en la madrugada del último día de invierno.

¡Cuantas veces leyó la fecha en la lápida de mármol blanco y comprobó que, aquel año, la primavera llegó el día siguiente!

Sur, le hubiese salvado la palabra Sur.


Mañana el sol volverá a entrar en su ciclo primaveral y no puede perder la cita. No, este año no.

Se quitó el abrigo y se descalzó.


Escaló la barandilla y se sentó un ratito en su cima.

“Si, Sur, le hubiese salvado la palabra Sur”

Y saltó.

Marioneta por Marioneta

Octavo relato recibido
Autor: Marioneta

Marioneta

Abrió la puerta de casa mientras sostenía las bolsas con la mano izquierda. Dejó las llaves en el cenicero y la compra en el mostrador de la cocina, al lado del pequeño televisor. Después de encenderlo, se quitó el abrigo y lo colgó en la percha del recibidor. No soportaba el silencio de la casa vacía y el ruido de fondo de la televisión le hacía compañía mientras hacía y deshacía en la casa o, como en esta ocasión, preparaba una cena ligera.


Mientras se hacía la comida en el microondas, ella preparaba la mesa con meticulosidad, como solía hacerlo. Y ya que estaba en el salón, encendió la tele sintonizando el mismo canal. Así no se perdería nada mientras iba a por el vaso y los cubiertos.


Llevó el plato y la fruta y se sentó tranquilamente a disfrutar la cena. No era especialmente interesante; era un programa de entrevistas a personajes de segunda y al finalizar pondrían una película. Su mente comenzó a divagar, ordenando sus ideas, organizando su agenda para el día siguiente y recordando frases de la conversación con su jefa. Al final no le había quedado claro si tenía que mantenerse firme en la propuesta o “...porque tú lo vales”, disculparse por el “error”. Tendría que concretarlo más adelante “...del director de Mr y Mrs Smith..” porque no podía dejar al azar “sólo en cines” una de las cuentas más influyentes “haz como yo, cambia al nuevo...” además estaría en disposición de... “esto es sum-sum”, podría... “eso es tos seca”... “ahora por 0€”, ummmm... “nunca sabes cuándo puedes necesitar...” “patrocinado por...”


Fue como si despertara. Se dio cuenta de que había perdido el hilo de sus pensamientos, absorbida por la sucesión de imágenes, y el parloteo incesante. ¿Cuánto había durado? Los anuncios... unos diez minutos, pero ya antes, en la entrevista que no recordaba exactamente, se había dejado llevar, perdida en el laberinto de colores y sonidos.


Nunca antes había sido consciente del poder embaucador del televisor. Imaginó su salón desde arriba, como lo vería un ser que mira una casa por primera vez. Ese ser vería una persona sola en una amplia habitación, mirando fijamente –hipnotizada- una caja de luz y ruido, en cambio constante.


Imaginó también en cuántos salones más se estaba repitiendo la misma escena. Sin saber muy bien por qué sintió vergüenza. Apagó la tele y llevo los platos a la cocina. Después fue a la estantería a elegir, entre los títulos que la estaban esperando, aquel que pusiera en marcha su imaginación, su capacidad de crítica, de disfrute, del que pudiera aprender y conservar su voluntad y su mente activa. Tomó el libro en sus manos y empezó a leer.