domingo, 16 de marzo de 2008

Lost in a riddle de Porlospelos

Vigésimo relato recibido
Título: Lost in a riddle
Autor: Porlospelos

Lost in a riddle

Obsérvala.
La respiración es pausada, rítmica. Los ojos, cerrados. Los músculos, relajados.
Duerme.
La noche es oscura y silenciosa. La urbe parece, si no muerta, al menos si aletargada.
No es más que una pose, por supuesto. Un tiempo más tarde, siempre uno demasiado exiguo, claramente insuficiente, todo cambia.
Suena el despertador. Abre los ojos, no recuerda que ha soñado. Inspira profundamente, lo aguanta un instante, y deja que degenere en un suspiro. ---Venga, a correr---
Apaga el despertador y enciende la lámpara de la mesilla. Se desliza fuera de la tibieza del edredón y enfila directa hacia la ducha.
Es el chorro de agua el que le devuelve la energía, y le hace cambiar de marcha. Una vez aseada, va a la cocina y prepara el desayuno. Leche, fruta, cereales, y el omnipresente café. Mira el reloj. Es la hora. Va al cuarto de los niños y les despierta sin demasiadas contemplaciones. Nacho ya es mayor, y se levanta obedientemente. Lucía es otro cantar. La mitad de los días se despierta gritando a pleno pulmón “Que no quierooooo, que noooooo, que no quiero ir al coleeeeeeee”
Hoy es uno de los buenos días. Mejor para todos. De vuelta en su cuarto, Ignacio apenas si se ha rebullido en la cama, y se halla acurrucado bajo el nórdico
---¡Si serás mamón!---
-Vas tarde. Le dice, mientras le arranca el edredón despiadadamente.
Veinte minutos más tarde, no sabe bien como, están saliendo por la puerta con los niños, todos limpios, vestidos y desayunados. A ella le toca dejarlos en el cole, tiene más libertad de horarios.
Apenas han hablado desde que se levantaron, mientras el se aleja hacia su coche y ella va montando a los niños, le dice unas palabras cariñosas:
-Recuerda que hoy tienes que recogerlos tú. Yo por la tarde tengo que hacer una visita al nuevo almacén para enseñarles el producto, a ver si logro que empiecen pidiendo una obra con nuestro material. Te quiero, cuídate. Un beso.
De camino al colegio, va haciendo la cuenta de cabeza de las tareas pendientes para el día. Por la mañana, reunión con el director de zona, ---tienes un ceda el paso--- fijar los objetivos de este año, rendir cuentas de cómo fue el año pasado, ---¿No ves que se ha puesto verde? ¡Avanza de una vez!---hablar de los descuentos para los distintos almacenes ---Se cierra, ¡se cierra!, ámbar, ¡¡acelero!!---

Ni siquiera ve la bici hasta que la tiene encima. Clava el freno, y el coche responde de maravilla. Nacho suelta un grito, y Lucía se pone a aullar. Cambia de dirección un poco, y casi logra esquivarle. De hecho apenas le toca, pero basta para desequilibrarle. Le observa mientras cae al suelo, es arrastrado por la inercia y se golpea, para colmo de males, con el poste de protección del paso de cebra.
Salta fuera del coche como un resorte, ¿Estas bien, Dios mío, estás bien? ---Dime algo, di lo que sea, contesta--- Lo siento, lo siento muchísimo, no te he visto. ---¿No se ha dado en la cabeza, verdad? ¿No ha sido en la cabeza, no? Sangra, Dios mío, está sangrando---
El muchacho se pone en pie, cuidadosamente. Los pocos viandantes se acercan, y empiezan a formar un corrillo cuchicheante. Se queda quieto mientras se echa un buen vistazo, como comprobando el alcance de los daños. Tiene los vaqueros destrozados, la rodilla y la mano izquierda despellejadas y sangrantes.
-Hay que joderse. Precisamente hoy, que voy tarde a un examen.
Coge la bicicleta, que parece mejor parada que él, y sin más charla, se monta en ella, y se pone a pedalear, alejándose.

Le observa, incrédula. Se queda petrificada unos instantes, no sabe cuantos, pero un aullido estridente le acaba sacando de su estupor. Es Lucía, que sigue gritando. Mira a su alrededor, el corrillo cuchicheante ha crecido y lanza alguna mirada reprobatoria. Lentamente, vuelve al coche, se sienta, cierra la puerta, se pone el cinturón.
Durante un instante, no sabe exactamente que hacer. En ese momento, su mirada recae sobre el reloj del salpicadero, y se da cuenta de que ha perdido un tiempo precioso.