martes, 28 de abril de 2009

BESTIARIO

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Caracol Osvaldo

Pequeño herbívoro ungulado que habita frondas y quejigares umbríos aislados entre las zonas esteparias después del último periodo glacial. Su filum está relacionado con un ancestro común al de las omnivoras cabras blancas y las míticas yeguas lacetanas que en tiempos arcaicos eran fecundadas por el Océano y parían sólo hembras. De aquí que los caracoles-osvaldo tiendan a ser únicamente hembras, con los problemas inherentes a esta situación. Es un animal dado al desorden y la recolección de toda clase basurillas, que regurgita y come con posterioridad. A pesar de vivir aisladamente, su natural es gregario y por ello no duda en desplazarse grandes distancias por las estepas, al amparo del crepúsculo, hasta otros valles y frondas, donde se citan varias individuas de su especie, que permanecen mugiendo y parloteando durante toda la noche, hasta el alba, en que cada ejemplar regresa a su propio vergel, arrastrando bamboleante el peso de las ingentes cantidades de forraje que consume durante el parloteo desenfrenado.

De tendencia espantadiza, su pelaje pardo-morado se eriza ante la intuición de un peligro, al que se enfrenta con un deje fanfarrón que logra a base de balidos guturales y la emitisión de silbidos y ronquidos estridentes. Sin embargo, curiosamente, cuando se encuentra ante la presencia misma del cazador se queda inmóvil en un acto reflejo de supervivencia que le salvaría de su destino como guiso con patatas, si no fuera por su curiosidad innata, que le hace mover ojos, orejas, mofletes y boca nerviosamente. Esta gesticulación ha sido la causa que no pocos individuos de su especie hayan acabado en la barriga de depredadores varios. Asimismo sus testas colgarían en mayor número en las mansiones de los Lords ingleses si no fuera porque, al morir, el rigor mortis lleva al caracol-osvaldo a quedarse con el último gesto efectuado, quizás un ojo cerrado y el otro muy abierto, la boca algo torcida, la lengua medio saliendo.
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