lunes, 23 de marzo de 2009

EL CARRITO AZUL

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Esa mañana, despertó en la cama del hospital, igual que lo venía haciendo toda esa semana que llevaba ingresado. Como cada día, se dispuso a la misma rutina: estirar un poco los músculos dentro de lo que el gotero al que estaba enganchado le permitía, esperar que cualquiera de las encantadoras auxiliares viniese a asearlo, desayunar, recibir la visita diaria del amable facultativo que llevaba su caso, y pasar el resto del día entre pruebas médicas, fármacos, cambios de sueros, libros, música y las constantes visitas de todos sus seres queridos.

Pero, esa mañana, notó que nada era como los demás días. Las auxiliares llegaron un poco más tarde, no le saludaron con la alegría de costumbre, apenas hablaban entre ellas mientras le aseaban y, en una de ellas, le pareció ver aflorar unas lágrimas. Cuando se disponían a salir de la habitación no pudo por menos que preguntarles:

—¿Qué ocurre, señoras? ¿He hecho algo que les haya molestado? Si es así, perdónenme…

—No, no, perdónenos usted a nosotras. Hoy estamos todos muy tristes. ¿No se ha enterado? ¿No ha visto las noticias?

—Pues no, la verdad. Nunca miro la televisión.

—Pues póngala y se enterará. Ha ocurrido algo muy malo.

Encendió, de mala gana, la televisión y sólo vio un amasijo de hierros en el que se había convertido un tren –luego resultaron ser tres-, muchas personas llorando, sangre por todas partes y, sobre un vagón destrozado, el carrito azul de un niño.

Incredulidad e impotencia se mezclaron en su cabeza a partes iguales: “¿Pero quién ha podido hacer esta canallada?”, “No es verdad, esto no puede estar pasando”, “No, no ha sido ETA, éste no es su modus operandi”, “Hoy es once de marzo, 11-M, a seis meses del 11-S, esto tiene algún significado”, “Parece obra de Al Qaeda”, “Sea quien sea quien lo haya hecho, malditos seáis”

Cambia de canal y aparece la sonrisa hipócrita de Esperanza Aguirre, los periodistas persiguen armados con sus alcachofas a heridos, familiares, médicos... “Si alguna vez me veo en un berenjenal de éstos no quiero cerca la sonrisa de un político porque se la arranco de un guantazo, ni la alcachofa de un periodista porque se la meto por el culo”

Más cambios de canal, los mismos vagones destrozados, los mismos políticos intentando sacar un rédito electoral de esta masacre, los mismos dedos acusando a Aznar por meternos en una guerra tan absurda como sólo pueden serlo las guerras, las mismas lágrimas, el mismo dolor.... No han vuelto a sacar ese carrito azul de niño, pero eso es lo único que él ve; y no quiere pensar en ese niño, en su carita de sueño camino de la guardería o de la casa de sus abuelos en donde pasaría un día feliz hasta que mamá volviese del trabajo, para llevarlo de vuelta a casa, a disfrutar de un buen baño, de una rica cena, de unos cálidos abrazos y de unos dulces sueños. No quiere pensar en ese niño porque se echa a llorar.

Pasan los días, los meses, los años.... Dos victorias pírricas del PSOE, un macrojuicio contra los presuntos autores de la masacre, la derecha que sigue viendo conspiradores hasta en el cuarto de las escobas, detenciones de islamistas en toda España... pero él no logra quitarse de la memoria ese carrito azul de niño encima del vagón destrozado.

Carlos Astier

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